domingo, 31 de mayo de 2009

Día 21- Hello stranger (I)

Ayer estuve todo el día con el tema de Valentina en la cabeza. Por un lado, es mi amiga y la quiero. Por otro, lo hecho, hecho está y yo no me arrepiento de nada. Yo no voy a abandonar mi departamento, que a esta altura amo tanto como a mi auto.

Traté de distraerme un rato porque el tema me tenía medio mal, así que me puse a estudiar. Pero tampoco pude concentrarme. Sentía una mezcla de molestia por la situación, un poco de culpa porque seguro que algo hice mal yo (no me refiero a la mudanza, sino a como manejé la situación con ella) y una cierta incertidumbre de no saber que hacer ni qué va a pasar. Pero, por el momento, decidí que lo mejor era no hablar hasta aclarar mi cabeza.

A eso de las nueve Martín me mandó un mensaje a ver en qué andaba y le dije que se viniera. Pensé que por lo menos me iba a sacar el tema de la cabeza por un rato.
Llegó como a las nueve y media, con una película. Agarré la coca light de la heladera, algo para comer y nos tiramos en mi colchón a verla. Diez minutos después, sonó el timbre.

- ¿Esperás a alguien? – preguntó Martín mientras ponía pausa.
- No – dije, extrañada. – Debe ser la imbécil de Valentina.
- Tranquila, chiquita - se rió. -¿Qué pasó ahora?
- Ayer me mandó un mensaje preguntándome si podíamos hablar y no se lo contesté. Así que como no tiene nada mejor que hacer, se debe haber venido hasta acá – y me paré para ir a abrir.

Para mi enorme sorpresa, Valentina no había sido la que tocó timbre. Del otro lado de la puerta se encontraba, ni más ni menos que mi vecinito.

sábado, 30 de mayo de 2009

Día 20 - De como tomé la decisión

Hace un rato me llegó un mensaje de Valentina. Decía simplemente "Podemos hablar?". No supe que contestarle, porque la verdad es que puedo, pero no sé si quiero. Así que como estaba concentrada elaborando un modelo de comportamiento del vecino, dejé el mensaje sin contestar y supuse que más tarde pensaría que hacer.

Debo decir que las cosas con ella están mal hace tiempo. Todo empezó con el tema del casamiento. Cuando le conté mi idea me dijo que era una mentirosa, que no me importaba nadie más que yo, y que lo único que quería era tener un lugar para tener sexo. Yo sé que lo que yo hice no es correcto, por decirlo de alguna manera, y que a más de una persona le iba a parecer mal. Pero me prometí a mí misma que no iba a ser un factor relevante en cuánto a decidir que hacer.

Tomar la decisión no fue nada fácil. Recién después de que Martín me dijo que sí, realmente empecé a pensar en todo lo que implicaría. En primer lugar, tendría que mentirle a mi abuelo, con todo lo que lo quiero. Mentirle para aprovecharme de una oferta que me hizo. Mentirle para irme de mi casa. Mentirle para que me regalara el departamento. En segundo lugar, tendría que montar un operativo digno de Los Simuladores para mi familia. Pretender que Martín y yo estábamos juntos. Pretender que eramos la pareja perfecta. Pretender que nos amábamos hasta el punto de casarnos a los 21 años para poder vivir juntos. En tercer lugar, involucrar a Martín. Involucrar a una amiga que trabaja en el registro civil. Involucrar a un conocido de mi tío Mauricio para obtener un par de favores.

Y, por otro lado, estaban todos los factores que me llevaron a inclinarme por el sí. Madie, una lectora, me preguntó sobre esto el otro día y ahí me di cuenta de que nunca lo había realmente explicado. Le respondí: Supongo que la necesidad se hizo mucho más fuerte después de que viví sola en Nueva York por un mes a los 19, y volver a mi casa fue un choque enorme. Allá me acostumbré a hacer lo que me diera la gana, todo el tiempo. Desayunaba en la cama en bombacha mirando Seinfeld, entraba y salía cuando quería, y comía a cualquier hora. Fue el mejor mes de mi vida, y vivir sola fue gran parte de eso. Más allá de que el lugar es espectacular y todo, fue una experiencia personal que me ayudó a darme cuenta de que vivir sola era exactamente lo que necesitaba. Y además me despejé. Fue un mes en el que no tenía que escuchar como todos los miembros de mi familia se peleaban por plata, o como nadie se soporta pero pretenden que sí porque "la familia es lo más importante". Y la conviviencia con mis padres a la vuelta se volvió muy difícil.

La relación con mi madre nunca fue buena. Con mi padre sí, pero la que mandaba en mi casa cual monarca absoluto era mi mamá.
A ella nunca le interesó escuchar, ni saber que nos pasaba a mi y a mi hermano. Tenía una regla de que no se le podía hablar en seguida que llegara, ni se le podían hacer pedidos después de las nueve. Nos mandaba a un colegio bilingüe, de ocho a cinco, después nos obligaba a ir a hacer deporte. Los viernes nos mandaba a una escuelita a aprender tradiciones judías, y los sábados a unos clubes horribles para chicos judíos, que con mi hermano odiábamos. Todos los sábados (lo juro) llorábamos antes de ir, porque de verdad la pasábamos mal. Yo siempre me sentía afuera de todo, las chicas que estaban en "mi grupo" siempre me trataban mal y los chicos ni siquiera me hablaban porque no me consideraban lo suficientemente linda o algo para mercer su atención. Y, sin embargo, hasta los quince años me obligaron a ir. Todo para tener libre la tarde del sábado y no tener que encargarse de nosotros.

Cuando, por ejemplo, yo invitaba amigas a dormir, al otro día insistía en que nos levantáramos temprano porque siempre le molestaba que la gente durmiera hasta tarde. Para asegurarse de que entendiéramos el mensaje, nos abría la puerta a las nueve de la mañana y después llamaba a mi cuarto desde el otro teléfono para que el ruido nos despertara.

Cuando a los dieciséis años le conté que había empezado a salir con Martín, me dijo que no podía estar con él en mi cuarto y que tenía prohibido tener sexo, que me tenía que mantener virgen hasta el matrimonio. Que si venía teníamos que ir al living, y dejar la puerta abierta. Y después me preguntó cuándo se los iba a presentar. En seguida me di cuenta de la magnitud del error que había cometido, pero ya no había vuelta atrás, así que no tuve más opción que inventarle que habíamos terminado y empezar a verlo a escondidas. Todos los viernes después que mis padres se dormían, le mandaba un mensaje a Martín para que viniera, le abría la puerta en silencio y nos metíamos en mi cuarto. Por suerte nunca nos descubrieron, de lo contrario no podría estar escribiendo esto ya que mi cuerpo estaría tirado en alguna zanja.

Y hay tantos otros hechos, que no sé si alguna vez terminaría de escribirlos. Episodios relacionados con la comida, con mi supuesta gordura, con mi personalidad, con que no me comportaba como una princesita y con mis notas, que eran excelentes para todo el mundo menos para ella.

Es bastante triste que para terminar con todo esto me haya ido de mi casa, pero no tenía otra opción. Cada vez que trataba de hablar con mi madre me contestaba "Mi casa, mis reglas". Y contra ese argumento no hay nada que puedas decir, es una frase totalmente autoritaria e inflexible, algo así como decir "no me importa lo que tengas para decir porque a fin de cuentas es mi casa y mando yo".

Y yo me pregunto, ¿Cómo puede ser que para Valentina, todo esto se reduzca a que me casé porque quería un lugar para tener sexo? ¿Es posible que entienda tan poco mis razones? Y, finalmente, ¿Debería contestarle el mensaje y, efectivamente, hablar con ella?

viernes, 29 de mayo de 2009

Día 19 - Operación Reencuentro

Estuve pensando en que tengo que inventar algo para averiguar más cosas sobre mi vecinito. Por ahora se me ocurrieron las siguientes ideas:

Opción 1.
Dar vueltas manzana hasta verlo llegar, perseguirlo y lograr un nuevo encuentro en el ascensor.
Pros: Aparentemente sería "de casualidad", así que no tiene como saber que me parece divino, y además me da la posibilidad de fijarme qué botón apreta y develar el misterio del piso en el que vive. Después, puedo tocarle timbre y decirle que me enamoré de él.
Contras: El hecho de dar vueltas a la manzana como una pelotuda, y la pérdida de tiempo. Además, si me llegara a ver y se diera cuenta de que hace horas que estoy dando vueltas como una idiota, inevitablemente pensaría que tengo algún tipo de problema.

Opción 2.
Preguntarle disimuladamente a Eduardo, el portero, cosas sobre él.
Pros:
No requiere de un gran insumo de tiempo, y probablemente me permita obtener información relevante. A fin de cuentas, los porteros saben vida y obra de todos los que viven en el edificio.
Contras: A Eduardo apenas lo conozco pero en seguida me di cuenta de que es un amante total del chisme. Cada vez que llego lo veo secreteando con alguien, por lo que me lo imagino diciéndole al vecino "Joven, venga acá. Le cuento que que la morocha que se mudó recién al quinto me preguntó por usted". Que le diga eso es el equivalente de que yo ponga un cartel en mi puerta que diga : "Chico lindo con el que me crucé el otro día en el ascensor: me pareciste muy lindo, y creo que te amo".

Opción 3.
Directamente subir y bajar en el ascensor hasta encontrármelo.
Pros: Es una modificación de la opción 1. Es obvio que en algún momento lo voy a ver, porque sí o sí tiene que usar el ascensor, ya sea para salir de su casa o para volver. Y, de nuevo, puedo ver qué botón apreta para después ir a su piso a confesarle mi amor.
Contras: La idea de estar en un espacio cerrado tanto tiempo, subiendo y bajando, no me agrada demasiado. Además, sería propio de una persona tonta que no tiene nada que hacer. Y yo sí tengo cosas que hacer, los libros me esperan.

Hasta ahí llegué yo, pero si se les ocurre alguna otra alternativa, acepto sugerencias. Y también me pueden ayudar votando por la opción 1, 2 o 3. Colaboren con la Operación Reencuentro!

jueves, 28 de mayo de 2009

Día 18 - Flashback: Indemnización

-Tengo algo para vos - le dije a Martín mientras me acostaba al lado de él.
- A ver...
- Bueno, en verdad es simbólico porque el regalo en sí no lo tengo.
- Ay, decime!
- Bueno, bueno. Te quiero regalar un pasaje para que vayas a ver a Ignacio.
- No, no. Estás loca.
- Mirá, así como vos sabés cuanto necesito irme de mi casa, yo sé cuanto necesitás ver a Nacho.
- Sí, pero es carísimo!
- No te pienses, estuve mirando y encontré muy buenas ofertas. Los pasajes a Panamá están muy baratos.
- Bueno, pero igual, no lo podría aceptar.
- No te lo ofrecería si no pudiera. Estuve hablando con mi abuelo esta semana y me dijo que además del departamento me va a dar un poco de plata para que nos arreglemos el primer año. En verdad, bastante plata - sonreí.
- Piensa en todo! De cualquier manera, es un regalo para vos.
- No, es para los dos. En teoría, para que vivamos bien. Además, me vas a hacer un favor enorme y te quiero dar aunque sea algo a cambio.
- No sé, no sé...
- Admitilo, sería espectacular para vos poder irte a verlo. Yo sé cuanto lo extrañás.
- Y... es mi mejor amigo.
- Por eso. Decime si no es exactamente lo que necesitás.
- Sí, es. Pero me parece que no tenés por qué.
- Y vos tampoco tenés por qué casarte conmigo, y sin embargo lo vas a hacer.
- Pero eso no implica que me tengas que dar algo a cambio.
- Por supuesto que no. Pero podría venir a ser una indemnizacion por daños y perjucios.
- Jajaja, ¿y eso por qué?
- Ay, mi amor, no sabés en lo que te metiste. Y, ciertamente, no sabés lo que te espera.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Día 17- La nueva y la vieja

Hoy tuve mi primer encuentro con la nueva María. Debo decir que, por suerte, es de las que respetan el espacio del otro. Ella hace su trabajo y me deja tranquila, al contrario de la vieja María.

María nunca entendió el concepto de que podés querer estar un rato sola sin que nadie te moleste. Me pasaba de estar buscando información para algún trabajo y que se me parara atrás y me preguntara que estaba haciendo. Cuando le contestaba, seguía parada mirándome como si nada, y se quedaba ahí hasta que sonara el teléfono o algo por el estilo. Una vez se quedó una hora entera apoyada en una silla atrás mío, hasta que agarré mi celular como si estuviera mandando un mensaje y llamé al teléfono del living.

Otra actitud extremadamente molesta era su costumbre de sentarse siempre en la mesa cuando yo estaba comiendo. Una vez, le dije que me gustaba comer sola, y por alguna extraña razón pensó que "sola" se refería a "sin mamá". Asumió, que a ella no la incluía y decidió seguirse sentando absolutamente todos los días. Probé de todo. Si prendía la tele para que entendiera el mensaje, no sólo se quedaba sino que interrumpía mis series para hablarme idioteces. Si me llevaba algún libro de facultad, me hablaba como si yo no tuviera nada que hacer. Si me ponía a hablar por teléfono, se quedaba al lado mío escuchando toda la conversación.

Llegó un punto en el que dejé de ir a la cocina mientras ella estuviera por ahí. El costo era demasiado alto, así que empecé a comprarme comida que pudiera tener en mi cuarto para no tener que moverme de ahí. Me recluía hasta que María saliera o se pusiera a dormir la siesta. Pero tampoco era suficiente. Más de una vez me abrió la puerta sin tocar y un día casi me agarra en bombacha poniéndome crema en las piernas. Dio la casualidad de que tenía abierta la puerta del ropero y me escondí.

Además, María tenía complejo de actriz. Cuando escuchaba que alguno llegaba, se ponía a hacer ruidos y a resoplar para que le preguntáramos si le pasaba algo. Pero, si alguno efectivamente le preguntaba, decía que no era nada. También, todas las semanas le pasaba algo diferente. Hubo una época en la que gritaba a los cuatro vientos que no estaba comiendo. Los cuatro le preguntamos por qué y su respuesta fue que "era un tema religioso". Nunca explicó que era, pero cada vez que te acercabas a ella decía que tenía hambre, y cuando le decías que no se podía estar sin comer, te contestaba que no entendías nada.
Después de eso, hubo una serie de síntomas de alguna patología inexistente. Un día le dolía el brazo, después faltó porque le habían sacado una muela, otro día tenía tos. La mejor de todas fue, sin dudas, cuando apareció con una gasa pegada con cinta adhesiva en la pera porque "le habían sacado un lunar".

Todo eso, por suerte, es cosa del pasado. Ahora tengo María nueva, que me dejó la cocina y el baño relucientes, el cuarto ordenado y un montón de ropa para secar. Tendré que planchar, sí. Pero no puede ser tan grave. Cuando estuve en Nueva York, no tuve más remedio que lavar la ropa y plancharla, así que por lo menos hay un precedente.
De mi habitación, por supuesto, se encargaba housekeeping.

martes, 26 de mayo de 2009

Día 16 - Incógnita

El estado de mi casa es deplorable. Hay platos sin lavar en la pileta, los vidrios y pisos están sucios, y lo único que tengo de ropa limpia es un pantalón gris que me queda horrible y una camisa con la que se me nota el corpiño.
Pero no me importa nada y soy feliz igual porque hoy viene la nueva María y para la noche mi departamento va a estar reluciente.

Copié la listita sugerida por Mariana y me fui hasta el supermercado. Compré todo, y por supuesto, agregué unas galletitas y algunas otras cosas con chocolate. Volvía a mi casa, con todas las bolsas y una escoba en la mano, cuando entrar a mi edificio a un chico muy lindo. Así que corrí con la idea de encontrármelo en el ascensor, y lo logré.
- Hola - me dijo. - ¿A qué piso vas?
Al que vos vayas, mi amor.
- Hola, al quinto. Gracias.
- No te había visto por acá, ¿sos nueva?
Sí, soy nueva, y veo un chico divino como vos y estoy con una escoba en la mano.
- Sí, me mudé la semana pasada. Bueno, acá me bajo. Nos vemos - dije, sonriendo.
- Espero que sí - y también sonrió.
Qué sonrisa divina que tenés, por dios.

Volví a mi casa atontada por el encuentro con mi vecinito, cuyo nombre aún desconozco. Ojalá que la incógnita se resuelva pronto, cuando me toque la puerta con una película y una botella de vino y me diga que no puede parar de pensar en mí.

lunes, 25 de mayo de 2009

Día 15- Un trío infame

A primera vista, mi actitud de ayer puede parecer un poco extrema. Pero creanme, no lo es. Mi familia tiene tres temas principales con los cuales me aturdió durante toda mi vida: el peso, los modales y la elección de carrera. Hoy expandiré sobre el primero.
Cuando tenía ocho años, en el medio de un almuerzo familiar, estiré la mano para agarrar un pan.
- No, no. Pan no - dijo mi abuela, muy seria.
- ¿Por qué no? - pregunté.
- Porque las mujeres de la familia tenemos tendencia a engordar y te va a crecer la cola.
- No me importa, quiero pan - dije, firme.
- Bueno, pero no podés. Ni pan, ni grisines, ni manteca.
Me acuerdo de mirar a mi madre, buscando apoyo, pero lo único que recibí fue un "la abuela tiene razón, no podés".

Al principio de la adolescencia, es la época en la que las chicas judías festejan sus doce años y los chicos sus trece. Lo cual significa, que durante un año y medio hay que asistir una o dos fiestas por fin de semana. Un completo martirio. Especialmente porque yo iba a un colegio de nenes ricos en el cual todos valían en función de la cuenta bancaria de sus padres. Una de las maneras de ostentar era, precisamente, la ropa con la que iban a las fiestas. Además de que muchas ya tenían curvas y yo no, así que siempre me sentí el patito feo, nunca tenía nada lindo para ponerme. Hasta que un día mi abuela vino a comer a mi casa y me dijo que tenía algo para mí. Vino a mi cuarto y me mostró un vestido azul hermoso.
- Me encanta, muchas gracias. ¿Me lo pruebo?
- No, porque para que te lo dé tenemos que hacer un trato. Tenés que bajar cinco kilos.

Lo triste es que hay mil episodios más como estos, incluso este año. Era verano y estábamos todos en la pileta de la casa de mi abuela. Después de charlar un rato con mi padre, decidí salir para buscar algo para comer. Pero mi abuela me interceptó en el camino.
- A ver, vení. Dejame verte la cola - dijo como si fuera algo racional.
- ¿Qué?
- Sí, sí. Quiero ver si está más grande o más chica que el año pasado.
- Dejame tranquila, por dios! - dije mientras agarraba una toalla y me tapaba.
- Dale, mostrame. Quiero ver si la dieta te hizo efecto.

Ayer, después de cortar el teléfono, me sentí enormemente aliviada. Supe que de ahora en más ya no habrían episodios similares. Que todo eso había terminado para siempre. Que ya nadie tendría derecho a opinar sobre mi vida o, por lo menos, que ya no tenía obligación de escucharlos.
Y eso, creanme, no tiene precio.

domingo, 24 de mayo de 2009

Día 14- Feliz domingo

El llamado de mi madre llegó hoy, pero no precisamente para hablar de la alianza.
- Hola?
- Agus, ¿cómo estás? - le reconocí la voz.
- Bien, ¿cómo anda todo por ahí?
- Bien, todos bien.
- Me alegro.
- Decime, ¿venís a comer hoy?
- ¿Quiénes van?
- Nosotros, Marce y tu abuela.
- No, gracias.
- Vamos, Agustina. No te pongas así...
- ¿Así cómo? Me preguntaste si iba, te digo que no. Punto.
- Es tu abuela y te quiere ver. Quiere saber qué tal tu nuevo departamento - dijo, en un intento patético por convencerme.
- No me interesa. Además tengo empanadas en el horno - mentí.
-Sólo por hoy, la otra semana se va a Europa con las amigas. Te quiere ver antes, te extraña - agregó, poniendo palabras en la boca de mi abuela.
- Basta de intentar por el lado de la culpa. Ya me lo banqué por años.
-Ay, Agustina. No seas exagerada.
- No lo soy. Para que la viera recurrías o a la culpa o a tu amada frase "cuando vivas sola hacés lo que quieras, pero mientras vivas bajo mi techo las reglas las pongo yo". Finalmente, vivo sola.
- Qué difícil que te ponés! No te cuesta nada venir.
- ¿Qué? Por favor. No quiero volver a escuchar una sola vez en mi vida que estoy gorda, que elegí mal la carrera, que tendría que haber sido telefonista porque no sirvo para otra cosa, que casarme con Martín no fue una buena elección porque no tiene plata suficiente para mantenerme y que tengo que ir al templo todos los viernes.
- Bueno, tampoco es que te dice esas cosas siempre.
- Mamá, por favor. Me da lástima por Fabián, seguro que lo seguís obligando a ir. O que la invitás a comer y no le decís nada a él para que no se escape, como hacías cuando estaba yo.
- Lo habré hecho cuatro o cinco veces nada más...
- No importa!
- ¿Y si le digo que no te diga nada?
- ¿Me estás hablando en serio? Me dice que estoy gorda desde que tengo ocho años! Me ve comiendo pan y me hace gestos de que me va a crecer la cola. Me como una milanesa y me dice que lo frito engorda horrible y hace que te salgan granos.
- Bueno, pero la última vez que te vio te dijo que la dieta te había hecho bien. Tu problema es que siempre mirás lo negativo.
- ¿Lo negativo? ¿Se supone que eso sea un cumplido?
- Y sí!
- Basta, mamá. Desde que me mudé estoy en paz. Por primera vez en mi vida me puedo comer una galletita de chocolate sin tener culpa.
- Cométela, pero si después estás gorda no me vengas a pedir plata para la nutricionista.

Y le corté.

sábado, 23 de mayo de 2009

Día 13 - Código Martín

Martín se quedó acá de nuevo. Por suerte esta vez ya pude dormir, y fue lindo despertarnos juntos. Me dijo que como la semana pasada yo le había preparado el desayuno, esta vez le tocaba a él. Fue hasta la cocina, abrió la heladera y la alacena y se empezó a reír.
- ¿De qué te reís, querido?
- De que no tenés absolutamente nada!
- Jajaja. Hay leche, jugo de naranja, café. Ah, no. Jugo no queda, no?
- No, y la leche que hay no sé si alcanza para los dos.
- Tengo más guardada. El primer día me quedé sin, pero aprendí mi lección.
- Bueno, pero en cualquier caso comida no hay. Y sólo café con leche no es desayuno.
- Para mí sí!
- Y para mí no, esposa. Bajo a comprar algo y vuelvo.

Me quedé un rato tirada en mi colchón, disfrutando de la mañana de sábado en mi nuevo hogar. Escuché a Martín volver, le pregunté si necesitaba ayuda y me dijo que no. A los diez minutos vino con una bandeja con dos tazas de café con leche, dos vasos de jugo de naranja, y una bolsa de facturas.

Desayunamos, me ayudó a dejar todo medianamente ordenado y me dijo que se iba porque tenía un almuerzo familiar. Fue al baño, me dio un beso y se fue.

Hice la cama y agarré mi bata para irme a bañar. Pero cuando llegué al baño vi algo que me desconcertó. Yacía en mi vasito el famoso cepillo de dientes. Yo había escuchado hablar de él, pero ahora que lo tengo enfrente no sé como actuar. ¿Qué se hace con el cepillo de dientes? ¿Se menciona su existencia? ¿O simplemente queda ahí en el baño, como si no significara nada?

El tema es que sí significa algo. Y en este caso no sé que es. Normalmente se usa para marcar territorio, pero Martín y yo no estamos en una relación. Nos vemos uno o dos días por semana y el resto del tiempo nos olvidamos de la existencia del otro. Nos llevamos bien, me gusta verlo, estar con él. Pero no hay nada más que eso. Y, yo pensé que la idea era seguir así.

Entonces, el cepillito azul me desconcierta. ¿Será una manera de decir que tiene “un lugar” en mi casa? ¿O, será simplemente por comodidad, para no estarlo trayendo cada vez que viene?

Y, en cualquier caso, ¿quiero que signifique algo?

Cuantas interrogantes, por dios. Todas surgen del problema que se genera cuando se establece un código en el cual sólo el emisor sabe lo que significa el mensaje.

viernes, 22 de mayo de 2009

Día 12 - Las consecuencias de ir en contra de la propia naturaleza (II)

Vamos, Agustina, pensá. No puede ser que seas capaz de resolver problemas matemáticos complejos pero no de inventar una excusa simple.
- Me la saqué para bañarme y me olvidé de ponérmela cuando salí – mentí.
- ¿Sí? Yo toda la vida me bañé con ella puesta – dijo, desafiante.
- Ay, no, me da miedo. Viste que con el jabón todo resbala, se te puede salir o algo…
- Mirá que no, eh.
Obvio que no. Acabo de decir lo primero que se me ocurrió.
- Bueno, qué se yo, pensé que había que tener precaución. Todo esto es nuevo para mí, tengo muchas cosas que aprender todavía – dije, tratando de cubrirme para futuras metidas de pata.
- Sí, me imagino. ¿Y qué tal la vida de casada?
¿Por qué no me preguntás qué tal el sexo también?
-Y, todavía me estoy acostumbrando a la convivencia, pero por ahora venimos bien - contesté.
- Sí, es difícil vivir con alguien, sobre todo al principio. ¿Y con el departamento nuevo cómo vas? ¿Qué viniste a comprar?
No tengo idea. Vine a ver que se me ocurría cuando estuviera frente a la góndola.
- Y, algo para comer - mentí, para evitar preguntas. -Mirá, Mónica, no te lo tomes a mal pero estoy re apurada.
- Sí, andá tranquila. Bueno, un gusto verte- dijo, mientra me saludaba.
- Lo mismo digo - dije, con una sonrisa extremadamente falsa.

Salí del pasillo con las manos vacías y terminé comprando leche y algunas provisiones en el rubro alimenticio. No podía volver y arriesgarme a encontrármela de nuevo, así que la compra de los productos de limpieza quedó postergada por tiempo indefinido.

Un día y dos bolsas de facturas después, sigo temblando cada vez que suena el teléfono y rezo porque en el identificador de llamadas no diga "mamá".

jueves, 21 de mayo de 2009

Día 11- Las consecuencias de ir en contra de la propia naturaleza (I)

Estuve pensando y decidí seguir el consejo de Mariana. Así que llamé al número que me pasó y le pregunté a la nueva María cuándo podía venir. Me dijo que esta semana anda bastante ocupada y que recién puede venir el martes.
Lo que me pregunté cuando corté es si debía tratar de poner la casa más o menos en orden para cuando viniera, o si dejarla como está y que ella se encargue. Obviamente, soy una completa inútil, así que opté por la segunda. Lo que me di cuenta después, es que tengo que comprar productos de limpieza sí o sí, porque no tengo absolutamente nada.

Así que me propuse armar una listita con las cosas que tengo que comprar. No tenía idea de que poner, así que empecé a buscar inspiración.
Me tiré en mi colchón y empecé a mirar alrededor. Bueno, veamos, el piso. ¿Qué se usa para limpiarlo? En principio, una escoba, supongo. Puse "escoba o similar" en la lista. Todavía no tengo idea de que puede venir a ser el "similar", pero supuse que una vez en el supermercado se me ocurriría.
¿Qué más? Los vidrios, sí. Agregué "limpiavidrios y algo con lo que pasarlo, posiblemente una franela".
Seguí mirando todas las cosas que se encontraban en mi cuarto. Cuando vi la tele, me acordé de María en mi casa vieja limpiándola con una franela, así que en la lista arriba del punto anterior, saqué una flecha de "franela" y agregué un dos.

Con la sensación de estarme olvidando de algo, fui hasta la cocina en busca de más elementos para agregar. Me alegré cuando vi el detergente y la esponjita, y pensé que capaz que todavía tengo esperanza. Algún artículo de limpieza había, por más que use platos descartables para no tener que recurrir a él.
Después miré el horno, todavía sin estrenar. Me estaba enfrentando a lo desconocido. ¿Habrá un producto específico? Supuse que nuevamente, obtendría la respuesta en el supermercado, así que anoté "averiguar con qué se limpia el horno".
Bueno, suficiente. A comprar, entonces.

Bajé al supermercado y fui hasta la góndola que me daría las respuestas que estaba buscando. Recién había sacado de la cartera la listita cuando divisé a lo lejos a Mónica, la mejor amiga de mi madre. Me agaché y me escondí atrás del carrito en un intento desesperado de que no me viera, pero justo vino para el lado donde yo estaba.

- Agustina! ¿Cómo andás? ¿Y qué hacés ahí? – preguntó y se rió al verme prácticamente tirada en el piso.
- Eh…estaba tratando de agarrar algo del estante de más abajo.
Por favor, que se vaya, antes de que me empiece a preguntar por Martín.
- Sí, claro – dijo, en un tono burlón. Y mientras estaba pensando qué decir si me preguntaba por Martincito, me di cuenta de un problema mucho mayor: no tenía la alianza puesta. Se ve que me leyó el pensamiento, porque en seguida me miro la mano y preguntó:
- ¿Tu alianza?

miércoles, 20 de mayo de 2009

Día 10 - Flashback: Decime que sí

- Bueno, te escucho - dijo Martín mientras cerraba la puerta de su cuarto.
- Te cuento, entonces. Me junté con mi tío Mauri, a él mi abuelo le dijo lo mismo que a mí hace como dos años.
- ¿Y qué hizo? - preguntó mientras se acostaba al lado mío.
- Se casó con su ex novia. Ella viene a los cumpleaños y a las fiestas, como si estuvieran juntos. Los únicos que sabemos la verdad somos mi hermano y yo.
-¿Y qué piensan hacer?¿Divorciarse?
- No, lo van a anular. Ya me explicó como.
- Y, asumo que tenés la misma idea.
- Asumís bien - me reí.
- Ay, mi amor, no sé. Nos estamos metiendo en un lío...
- ¿Por qué? Una vez que esté anulado es como si no hubiera pasado nada - dije, tratando de convencerlo.
- Pero, ¿qué se supone que les diga a mis padres?
- A ellos les vas a tener que decir la verdad, porque sino no tendría sentido que siguieras viviendo con ellos, mientras estás casado conmigo. En cambio, delante de mi familia, tenemos que actuar como la pareja perfecta.
- ¿Y te parece creíble que nos casemos? Podríamos estar juntos y nada más.
- Mirá, mis padres saben de la propuesta de mi abuelo. Pueden darse cuenta de que algo de interés de mi parte hay, pero no me importa.
-¿Y qué pasaría con los temas legales? Pensión, etcétera.
- No, nada, no te preocupes. Al anularlo es como si nunca nos hubieramos casado.
- O sea, que en unos meses termina todo, sin consecuencias para ninguno de los dos - corroboró.
- Exacto. Sólo que yo gano un departamento - dije, y sonreí.
- Sí, no está nada mal. Y yo sé cuan importante es para vos mudarte...
- No sé si te llegás a imaginar cuanto lo necesito. Esta semana, después de pelearme con mis padres por enésima vez en un ataque de histeria le dije a mi hermano que iba a vender el auto para irme.
- Pero vos amás a tu bebé!
- Sí, pero estoy desesperada. Igual, me dijo que no era la mejor solución porque la plata se acaba. Así que ahí entrás vos.
- Lo puedo llegar a considerar. Últimamente te veo tan triste por como están las cosas en tu casa...
- Me tiene muy mal el tema, de verdad.
- Yo sé. Y te quiero ayudar...

Bajé de la cama, apoyé una rodilla en el piso e hice un gesto como si tuviera la cajita con la alianza en la mano.
-Mi amor, ¿me harías el favor de casarte conmigo?

martes, 19 de mayo de 2009

Día 9 - "Suciedad"

Valentina tiene -aunque no lo admita- un fuerte rechazo hacia el sexo. Su interacción con los hombres es siempre en calidad de amistad, salvo por Manuel, un compañero de colegio con el que se dio un beso la única vez que salieron. Ella todavía cree en el príncipe azul. Piensa que hay alguien que es para ella, y que están destinados a conocerse, entonces esa persona "va a aparecer cuando tenga que aparecer". En el ínterin, no hace nada para atraerle a los hombres. Se viste con ropa que no la favorece en los más mínimo, tiene más de veinte kilos de sobrepeso y actúa como un hombre entre sus amigos. Eructa, habla de que cada vez que va al baño "se saca dos kilos de encima" y dice que no entiende porque transpira tanto. Y después se queja de que todos la ven como un amigo más. Y, para ellos, lo es.
Esta actitud es, en mi opinión, un mecanismo de defensa para no enfrentar el tema del sexo. Al no atraerle a los hombres, no se pone en la situación de que quieran acostarse con ella y de esa manera evita tener que decidir que hacer.

Adoptar esa actitud es un tema de ella, pero el problema es que considera que todos tienen que pensar de la misma manera.

Hoy me llamó a ver que estaba haciendo -para testear que Martín no estuviera- y dijo que venía un rato a mi casa. Cuando llegó, se descalzó y se tiró en el sillón. En seguida se paró, como si se hubiera pinchado la cola con un alfiler.
- Agus... ¿vos estuviste con Martín en este sillón?
-No, ¿por qué?
-Ay, no sé...me daría cosa sentarme. Olvidate de que me acerque a tu cama- dijo mientras ponía cara de asco.
-Hacé lo que quieras.
-¿Dónde lo hicieron? -preguntó mientras miraba alrededor.
- ¿Eh?
- Sí, quiero saber qué partes del departamento evitar.
- Podés irte si querés.
- No, a menos que lo hayas hecho en todos los rincones de la casa...
-¿Qué mierda te pasa? -pregunté histérica.
-¿Qué mierda te pasa a vos? Te casaste con un tipo que no amás para que te regalen un departamento!
- ¿De eso se trata todo esto, entonces?
- Sí, lo único que te importa es tener un lugar para tener sexo!
- No entendés nada. Andate, por favor.
-¿Yo no entiendo nada?
-Sí, no entendés. Sos igual a mi madre, tenerte cerca es como tenerla a ella cerca y por algo me mudé. Andate.
- Me voy. No quiero estar en una casa "sucia".
- Lo único que tiene de sucia esta casa se debe a que no sé limpiar! - grité.

Y se fue. Lo bueno de vivir sola es que si vuelve le clavo un cuchillo, tiro el cuerpo por la ventana y no hay nadie que me pueda delatar.

lunes, 18 de mayo de 2009

Día 8 - Eight days a week, are not enough to keep my house clean

Hace ocho días que vivo acá y todavía no logro tener la casa en un estado aceptable. Tengo que buscar, urgentemente, una forma de organizarme para tener la casa en orden. Se me ocurrió asignar tareas para cada día.

El plan podría ser el siguiente:
Lunes. Limpiar y ordenar el cuarto y cambiar las sábanas.
Probablemente esté horriblemente desordenado porque ni el sábado ni el domingo me esforcé por mantenerlo decente, y hay que empezar la semana de buena manera. Y las sábanas hay que cambiarlas una vez por semana, eso lo sé.

Martes. Limpiar el comedor y el baño.
No hay explicación.

Miércoles. Cocinar y limpiar el desastre posterior.
Siempre llego tarde a casa y termino comiendo sandwiches de atún o fideos. Acepto ideas.

Jueves. Pasar la aspiradora y limpiar el baño de nuevo.
Primero tengo que tenerla, pero para que quede el itinerario armado la dejo.

Viernes. Lavar ropa y cocinar algo más.
Se acumuló en la semana, y es necesario tenerla limpia para el lunes. Y sigo viviendo a fideos. Si vuelvo a ver un paquete me pego un tiro.

Sábado. Planchar y volver a limpiar el baño.
Tampoco hay explicación.

Domingo. Cocinar algo rico.
Por "rico" quiero decir "con chocolate". Quiero aprender a hacer brownies, pero tengo miedo de lo que pueda llegar a pasar.

Debo decir que me encantaría decirle a María que se viniera una vez por semana, aunque sea un ratito, y que me ayudara. Y por "ayudara" quiero decir que hiciera lo que puse en la lista para el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Es decir, todo. Y además que me enseñe a cocinar, que es lo que menos me molesta hacer.

¿Será mucho pedir?

domingo, 17 de mayo de 2009

Día 7 - Good morning sunshine (II)

Después de que Valentina tocó la puerta me acerqué hasta el baño y le dije bien bajito a Martín:
- Decime que sólo hiciste "el número uno".
- Jaja, sí. ¿Quién es?
- Valentina, se piensa que vive acá. No tires la cadena y salí despacito.
- ¿Qué quiere? -preguntó Martín mientras abría la puerta del baño.
- No sé, no sé. Busca cualquier excusa para venir, se instala y después no sé como sacármela de encima. Hagamos silencio, que piense que no estoy.
- No ganás nada con eso, tenés que decirle que te molesta. Si no hacés algo ahora va a ser cada vez peor.

Golpeó de nuevo.
- Agus, soy yo, abrime. Agus! No puedo creer que sigas durmiendo. Agustina!!!

Agarré a Martín del brazo y lo llevé hasta la cocina.
- Tengo una idea. ¿Te molesta que te vea en boxers?
- Para nada.
Me saqué el jogging, la campera, la polera y quedé en ropa interior. Me acerqué hasta la puerta, y le abrí en corpiño y bombacha.
- Hola! Nos estábamos recién levantando - y abrí la puerta para que viera también a Martín en paños menores.
- Ay, no sabía que tenías compañía - dijo, y se puso colorada.
-Sí, pero no pasa nada. Íbamos a desayunar, acompañanos.
- Sí, vení - dijo Martín, cómplice.
- No, no. Desayunen ustedes y vuelvo más tarde.
Miré a Martín sin saber que más decir con la esperanza de que él sí.
- Vale, no te lo tomes a mal, pero ya habíamos quedado que hoy íbamos a pasar todo el día tirados. Alquilé la primer temporada de House y teníamos planeado mirarla en la cama - me salvó Martín.
- Ah, bueno. Hablamos mañana, entonces? - me miró, confundida.
- Sí - murmuré, tratando de esconder mi falta de ganas.
- Bueno, chau a los dos. Que se diviertan - dijo molesta mientras se iba.

Hoy a la mañana me llegó un mensaje suyo:
"No entiendo, ahora hacés planes con Martín? Pensé que lo de ustedes era sólo sexo."
Respondí con una mentira:
"Es, pero me dijo que quiere que nos veamos más seguido. Recién ahora que tengo el departamento tenemos la posibilidad."

No contestó. Creo que ahora va a pensarlo dos veces antes de venir sin avisar.

sábado, 16 de mayo de 2009

Día 6- Good morning sunshine (I)

Dormí con Martín por primera vez en años y descubrí -con horror- que es de los que ocupan toda la cama. No estaba en mis planes que se quedara, pero no le dije nada. Ya bastante hizo por mí.

A eso de las nueve me levanté despacito, me hice un café y prendí la computadora. Mientras leía, lo miré dormir y se me ocurrió que podría ser una buena idea comprarle algo rico y llevarle el desayuno. Me vestí tratando de hacer el menor ruido posible, me lavé los dientes y me puse las zapatillas. Cuando estaba a punto de agarrar la cartera, sonó el timbre.
¿Quién mierda toca timbre a las 9.30 un sábado?
Sonó de nuevo.
No pienso contestar.
Lo desconecté. Dos minutos después me sonó el celular. Como suponía, era Valentina. Ignoré la llamada, así que me dejó un mensaje de voz:
"Agus, despertate! Ya son casi las diez! No tengo nada que hacer, así que vine a ver en que andabas. Voy a dar unas vueltas por acá así hago tiempo hasta que te levantes."

Primero pensé en quedarme, para evitar cualquier posibilidad de cruzarme con ella. Pero ya tenía hambre y la idea de facturas recién hechas era demasiado tentadora.
Así que me puse el jogging más viejo que encontré, una campera con capucha y me tapé toda la superficie posible de la cara con una bufanda y lentes negros. Le dejé una cartita a Martín, bajé, y salí por la puerta de atrás del edificio.
Compré jugo de naranja, galletitas de chocolate y las gloriosas facturas. También llevé unas hamburguesas congeladas, un paquete de puré, y unas latas de atún por si tenía que recluirme por tiempo indeterminado.
Volví a mi casa lo más rápido que pude, mirando para todos lados para asegurarme de que no hubiera señales de Valentina. Cuando abrí la puerta de mi casa supe que estaba a salvo. Apoyé las bolsas en la mesa de la cocina y fui hasta el cuarto.

Martín se estaba despertando justo cuando entré. Debe haber estado, por lo menos diez minutos, sin poder parar de reírse.
- ¿Me podés explicar qué hacés vestida así?
- Jaja, no, es largo. ¿Tenés hambre?
- Sí, un poco. ¿Qué trajiste?
- Sorpresa! Dame dos minutos.

Me fui para la cocina a preparar todo y escuché que Martín se levantaba para ir al baño. Mientras luchaba para abrir el jugo de naranja, tocaron la puerta.
Dios, lo único que faltaba.

viernes, 15 de mayo de 2009

Día 5 - Preocupante

Cuando empecé a usar el coche, enseguida me di cuenta de que la gente piensa que cuando comprás un auto también adquirís una obligación, la de llevar a su casa a quien te lo pida. Cada vez que iba a un lugar -ya fuera la facultad, el trabajo, un cumpleaños o una salida cualquiera- siempre alguien se me acercaba y me decía "Ay, no te quiero joder, pero no te animás a arrimarme hasta casa?".

Lo que nunca me imaginé, es que la historia se iba a repetir cuando comprara un apartamento.

Me mudé para acá el domingo, hoy es viernes y mi amiga Valentina ya vino tres veces sin avisar. El primer día fue el lunes, con la excusa de que no soportaba más a sus padres y "quería estar un rato tranquila". Después tocó el timbre de abajo el martes a ver si podía subir porque "justo había estado haciendo unos trámites acá cerca". Y ayer de noche directamente tocó la puerta, con una coca light en la mano y pronunció "mirá que buena que soy, vi que no tenías coca y te fui a comprar".

Antes de que tocara el timbre, yo estaba tirada en mi colchón, leyendo blogs en bombacha. Ya me puso de mal humor tener que vestirme para abrirle, pero sin duda lo peor vino después. Se tiró en mi sillón nuevo, se descalzó, apoyó los pies sobre la mesita (nueva también) y prendió la tele. Veinte minutos después se paró, abrió la heladera, la cerró y volvió a tirarse en el sillón.
- Agus...tengo hambre y no tenés nada para comer.
- Hay fideos.
- ¿Fideos? ¿No comimos ya el otro día?
- Sí, ¿y? No es novedad que no sé cocinar -dije, un poco molesta.
- Ay, y si pedimos algo?
- No sé, ando medio corta con la plata, recién me pagan la semana que viene y...
- Dale - me interrumpió. - Sólo por hoy.
- Bueno. Qué querés, pizza?
- No, pizza comí ayer.
- Bueno, decime.
-Ay, no sé, dame alguna otra opción -dijo, mientras se servía coca sólo para ella.
- Pero sos vos la que quiere pedir!
- Bueno, bueno. Tengo ganas de milanesa con papas fritas. ¿Llamás vos?
- No, llamá vos! Yo estoy leyendo unas cosas.
- Ay, que mal humor, Agustinita. Yo llamo si es tanto problema.
- Sí, llamá vos - contesté.
- Ah, una cosita más. Me gasté toda la plata que tenía comprando la coca, así que hoy pagás vos.

Y yo me pregunto... ¿cómo hago para que entienda que me mudé sola para estar, precisamente, sola?

jueves, 14 de mayo de 2009

Día 4- Flashback: Una primera aproximación

- Pero, mi amor, ¿vos te volviste completamente loca? - dijo Martín.
- Te pido que lo pienses nada más.
-Pero es una locura, tenemos 21 años! - gritó.
- Callate que nos van a escuchar, tarado -dije enojada. -Y ya sé, ya sé. Pero pensalo, ahora estaríamos en mi super departamento en vez de estar acá, con miedo de que mis padres abran la puerta y nos encuentren en pelotas.
- Están durmiendo, ni se enteran. Si en todo este tiempo no nos descubrieron...
- Hasta ahora nunca pasó nada, pero no podemos seguir así. Además, decime la verdad. ¿No te tiene un poco harto esto?
- No sé, no me parece tan grave. Un fin de semana cada tanto mis padres se van para afuera...
- Sí, los míos también, pero no es suficiente. Poder estar solos una vez cada dos meses no me alcanza.
-Y bueno, el resto del tiempo nos seguiremos escondiendo como hasta ahora...
- Ya van dos años de escondernos! No podemos seguir así. Si nos llegan a descubrir, me echan de acá y encima me desheredan! - chillé.
- Sos un poquititito exagerada, ¿sabías? - se rió mientras jugaba con mi pelo.
- Sí, no sabés cuanto- contesté irónica. -Viví vos un día acá. Hoy mismo me repitieron que tengo que mantenerme virgen hasta casarme, y que obviamente tiene que ser con un chico judío.
- Jajajaja.
- Además si nos encuentran me asesinan. No sólo estaba teniendo sexo, sino que en su casa, y con ellos durmiendo en el cuarto de al lado!
- Ahí creo que nos matan a los dos.
- Sí, seguro. Y además, ¿me vas a decir que no te gusta la idea de estar solos en un departamento, en una cama de dos plazas?
- Es tentadora, sí. ¿Y cuál es el brillante plan, entonces? ¿Casarnos y en dos meses divorciarnos?
- No sé...se me ocurre una idea, pero no estoy segura si podría funcionar. Dejame averiguar.
- Bueno, mi amor, averiguá.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Día 3 - Análisis costo-beneficio

Mientras me preparo el café, disfruto de la tranquilidad de mi nuevo hogar. Me doy cuenta de cuanto me gusta este departamento. No sólo el lugar, sino el silencio, la soledad, la libertad.
Por otro lado, debo decir que tener mis 48 metros cuadrados tuvo su precio. Uno bastante caro, y no exactamente en términos monetarios.

Desde los trece años mi abuelo me decía en cada cumpleaños: para el de los dieciocho te regalo el auto. Yo cumplí la mayoría de edad, y el cumplió su parte. Mientras estábamos almorzando en mi casa vieja me dijo "tengo una sorpresa para vos". Bajé y ahí estaba -mi bebé- un Corsa sedán gris, envuelto con una enorme moña roja.
-Es el mejor regalo que recibí en mi vida.
- Yo sé que es lo que querías, chiquita. Más adelante vamos a hablar de un departamento.
- ¿En serio? ¿¿¿Cuándo???
- No te adelantes. Sabés que lo que yo digo lo cumplo, pero todavía no es el momento.

"El momento" llegó hace más o menos cuatro meses, pero con una condición:
-Cuando te cases te regalo el departamento. Quiero que encuentres un "buen muchacho"- dijo. Apoyé la hamburguesa que estaba comiendo y lo quedé mirando fijamente.
-No tengo novio - le dije sin entender como pretendía que me casara.
-Ya vas a encontrar. Una chica como vos consigue cuando se lo propone.

Podría haberle contestado un millón de cosas. Que tengo sólo 21 años, que no sabía si alguna vez me iba a querer casar , que tenía planes de viajar por el mundo y no estar atada a nadie, que no me veía conviviendo con otra persona.

Pero en vez de eso, hice un análisis costo-beneficio, tan común en mi carrera. Pensé en las ganas de vivir sola, de no soportar más a mi madre todos los días, de no tener la obligación de ir a los cumpleaños familiares ni seguir las tradiciones judías.

Y me casé con Martín, mi "amigo con derechos".

martes, 12 de mayo de 2009

Día 2 - Plato del día: fideos

Desde que me mudé, vivo a fideos. Es eso o comida de supermercado. El hecho de que yo sea una completa inútil en la cocina -que recién ahora se presenta como un problema -tiene una explicación absolutamente racional.

Siempre tuvimos una María. Antes era Mariela, y cuando eramos chicos Claudia, pero siempre estuvo la figura de la empleada doméstica que vivía con nosotros y se encargaba absolutamente de todo.
María llegaba a mi casa vieja los lunes de mañana y se iba los sábados al mediodía. Entre semana nos preparaba el desayuno, el almuerzo, la cena y cuando se iba nos dejaba pronta comida para el sábado de noche. Los domingos al mediodía salíamos a comer con el resto de la familia, y de noche pedíamos pizza.

Es por eso que ninguno de los integrantes de la familia necesitó -ni quiso- aprender a cocinar. Mis padres llegaban del trabajo a las 8 de la noche, yo estudiaba y trabajaba y mi hermano bueno, iba a facultad. Llegábamos cansados y queríamos tener siempre la comida pronta. Y la teníamos.

Ahora, mientras decido entre fideos de nuevo o unas milanesas prontas horribles que compré, me pregunto que estarán comiendo en mi casa vieja. Seguramente María haya preparado alguna de sus especialidades, como carne a la cacerola con cebollita y arroz, y deben estar todos sentados en la mesa, comiendo en platos decentes y tomando coca light.

Y yo me pregunto...¿no podrán hacer un poquito más para mí y mandármelo en un taper?

lunes, 11 de mayo de 2009

Día 1 - Trouble in paradise

Al principio de un capítulo de Desperate Housewives, la voz en off de Mary Alice Young decía que el mundo se divide en dos tipos de personas: aquellas que son completamente inútiles hasta que toman su taza de café matutina, y las que no.

Ayer me fui a dormir feliz pensando que tenía todo lo que necesitaba. El choque con la realidad lo tuve hoy de mañana cuando abrí la heladera y me di cuenta de que estaba completamente vacía.
Nota mental: la leche no aparecía mágicamente en la otra casa, alguien se encargaba de ir a comprarla.

Como resultado de la falta de mi adorado cafecito, llevé a la facultad los cuadernos equivocados y dejé en el apartamento los que necesitaba. Cuando volví a mi hogar dulce hogar estuve una hora y media pasando los apuntes de las distintas materias a los cuadernos correspondientes.

Como medida para prevenir episodios similares, pasé por el almacén y compré tres litros de leche descremada y cinco litros de leche descremada larga vida para guardar.

Lección del día: Mientras no tenga poderes mágicos, tendré que hacer las compras como el resto de los mortales.

domingo, 10 de mayo de 2009

Home sweet home

En estos 48 metros cuadrados que conforman mi nuevo hogar, lo único que tengo por el momento es: una heladera, un microondas, algunos platos descartables, mi taza de I love NY, un colchón y algo de ropa.

Y, por ahora, es todo lo que necesito.