miércoles, 30 de diciembre de 2009

Día 200 - I'll be back

Volvieron Fabi y Romi de Israel y me invitaron a pasar unos días con ellas a Punta del Este. Salimos hoy para allá. A la vuelta les sigo contando del casamiento.

¡Feliz año para todos!

lunes, 28 de diciembre de 2009

Día 199- Flashback: El casamiento (I)

Al contrario de muchas compañeras de escuela, yo nunca soñé con el vestido blanco. En los recreos, muchas veces ellas hacían juegos para ver a qué edad te ibas a casar. Cuando ibas a la casa de alguna a jugar, de a ratos con un tul construían un vestido imaginario y caminaban por un altar inexistente. Otra variante era mirarte el nacimiento de la mano, en donde supuestamente al presionar aparecen una especie de globitos que indican la cantidad de hijos que vas a tener. Por supuesto, con tu marido.

A mí esos jueguitos no me interesaban para nada. De la misma manera que nunca le encontré la gracia a jugar con el hornito y el microondas. Eso se lo pueden imaginar. Sin embargo, la primera vez que me probé el vestido terminado, me invadió una sensación rara.

Me miré al espejo y me vi linda. Tenía puesto un vestido que me quedaba precioso. Era un vestido hermoso, mandado a hacer para que fuera precisamente todo lo que yo quería. Y ahí estaba el resultado final: perfecto. Y sin embargo, con ese vestido yo iba a caminar por el altar, para aceptar casarme con alguien con quien en realidad nunca vi un futuro. Iba a decir que aceptaba a Martín hasta que la muerte nos separara, en frente de un rabino y cientos de personas, cuando en realidad creía que mi relación con él no iba a durar ni siquiera un mes.

Iba a aceptar, también, estar con él en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. ¿Y a quién engañaba? A mí misma, por supuesto que no. Lo mío con Martín nunca había tenido cimientos fuertes, nunca habíamos hablado de qué era lo que iba a pasar con nosotros a largo plazo, ni tampoco creíamos en nuestra pareja. Al menos yo no. Y al menos ese momento.

Había cariño entre nosotros, sí. Mucho, muchísimo. Y probablemente amor también. Pero yo nunca creí en pasar toda la vida con la misma persona. Las relaciones se desgastan, el amor se va yendo y me costaba pensar que Martín iba a estar siempre al lado mío. Y además, no sé si quería que me pasara.

Siempre me había visto a mí misma conociendo a alguien uno o dos años antes de cumplir treinta, con quien tendría una relación, pero sin convivencia. Nunca me gustó la idea de vivir con otra persona. Como ya lo conté en un post, me parecía asfixiante. Me creía capaz de encontrar a alguien, pero no necesariamente que fuera para toda la vida.

Ese alguien podría llegar a ser Martín. Tal vez la vida nos iba a volver a unir, como lo hizo tantas otras veces, y ahí finalmente podríamos estar bien juntos. Pero no en ese momento, no a los veintiuno, no con lo que era nuestra relación.

Y fue que sabiendo todo esto, en el instante en el que me miré al espejo con el vestido puesto y me imagine a mí misma diciendo "acepto", me sentí un fraude total. Aunque nunca hubiera soñado con el momento, aunque nunca fui una Susanita, en ese segundo supe que estaba mancillando lo que a otros le parecía tan sagrado. Y deseé que todo fuera real. Deseé creer tan ciegamente en el amor como para pensar que iba a estar siempre con Martín. Deseé decir "acepto" pensando de verdad en querer a mi futuro marido en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Día 198 - La noticia

Toqué timbre en casa vieja ayer a eso de las ocho de la noche para anunciar el embarazo, sola. Pensé que iba a ser mejor ir sin Martín, en el caso de que a mi madre se le ocurriera empezar a decir pavadas.

Me abrió mi padre.
- ¡Princesa!
- Hola, papi. ¿Cómo estás?
-Bien, ¿y vos? - preguntó mientras me abrazaba.
- Bien, bien. Tengo algo para contarles. ¿Están mamá y Fabián?
- Sí, ya los llamo.

Se metió por el pasillo, fue a buscar a mi madre que leía el diario en su cuarto, y a Fabián que jugaba al playstation en el suyo. Mi hermano me abrazó al grito de "gorda cerda" y mi madre se limitó a emitir un "si no hubieras aparecido daba para pensar que te había tragado la tierra". Ni siquiera le contesté.

- Siéntense los tres por favor - dije. - Tengo algo que contarles.
- Yo ya sé lo que nos vas a decir. La veo venir.
- A ver, mamá. Iluminame con tu sabiduría. ¿Qué pensás que voy a decir?
- Que te divorciás, es obvio. Si te casaste para que te regalaran el departamento. Ahora que ya lo tenés, chau Martín.
- Te equivocás. ¿Querés intentar de nuevo con alguna otra idea de telenovela o ya está?
- Ya está. Si no es eso no sé que es. Te escucho.
- Bueno, prepárense -dije, y respiré hondo. - Estoy embarazada.

Mi padre sonrió, mi hermano abrió la boca en un gesto de sorpresa total y mi madre se quedó mirándome sin saber lo que decir. Mi padre se levantó y me abrazó. "No sabés lo feliz que me pone saber que voy a ser abuelo". Mi hermano me preguntó al oído si era deseado o no, y le contesté que de alguna extraña manera creía que era lo que los dos queríamos. Mi madre seguía mirándome desde el sillón, sin emitir sonido.

- ¿Qué pasa, mamá? ¿En tu telenovela venezolana no hay lugar para un embarazo?
- Es que yo pensé que...
- Pensaste mal. Pensaste pavadas. Hacete la idea de que Martín y yo estamos juntos de verdad, y eso no tiene nada que ver con el departamento. Y bueno, queríamos ser papás y se nos presentó la oportunidad. ¿No podés alegrarte por mí?
- Sí, puedo - dijo, atónita. - Es que no puedo creer...
- ¿Lo qué no podés creer?
- ¡Que lo de ustedes es de verdad! No cierra por ningún lado. Se casaron tan jóvenes, y a vos el abuelo te había prometido el departamento. Después nos enteramos lo que había hecho tu tío Mauricio y en seguida cerró lo tuyo con Martín. Habían hecho lo mismo que Mauricio y Fernanda, era clarísimo. Y un día voy a tu casa, y tenés la mitad de la cama hecha, y Martín justo no está.
- Bueno, mamá. Te pensás que ataste cabos como una detective y lo único que hiciste fue pensar que yo había hecho lo mismo que Mauricio, sin ningún tipo de prueba. Ahora, date cuenta de que estabas equivocada. Afrontá que lo que dijiste no es verdad, y que si Martín y yo estamos esperando un bebé es porque estamos juntos y porque tenemos planeado seguir juntos.
- Bueno, lo acepto - dijo, derrotada. - Supongo que te tengo que felicitar, entonces.
- Yo creo que corresponde -dije.

Se acercó, y esbozó un intento de abrazo. Me palmeó la espalda dos o tres veces y se separó de mí, despacio.
- Que te quede claro que no me va a decir abuela -dijo, agarrándome del brazo. - Que me diga Jaqueline, así no parezco vieja.

Ni siquiera le contesté, no tenía ganas. Fui hasta la cocina y le conté a María. Se alegró muchísimo. Después me despedí de los cuatro y partí hacia lo de mi abuelo.

Creo que nunca lo ví tan feliz como cuando le conté. No podía creer que iba a ser bisabuelo a los 87 años, sobre todo cuando tuvo cuatro hijos y sólo tres nietos.
- Vas a tener que mudarte a un departamento más grande.
- Más adelante, abuelo. Por ahora estamos bien.
- No, en serio. Dejame regalártelo. En el tuyo no tenés ni siquiera un cuarto extra para el bebé.
- Vemos más adelante, abuelo. En serio, no te preocupes.
- No, Agus. Es lindo que durante el embarazo vayan armando el cuarto del bebé, y que cuando llegue ya tengan todo listo. Tengo un departamento nuevo de tres dormitorios, noventa metros cuadrados, precioso. Sería un placer para mí dártelo.
Sonreí.
- Entonces supongo que corresponde que lo acepte.



No se vayan todavía. Me di cuenta de que nunca les conté del casamiento.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Día 197 - Las buenas nuevas

Entre hoy y mañana le voy a contar del embarazo a mi abuelo y a mis padres.

Todavía no me despido de ustedes, adorados.

martes, 15 de diciembre de 2009

Día 196 - Happy ¿ending?

Hoy fuimos con Martín a darle la noticia a sus padres. Al principio se sorprendieron un poco, pero después les gustó la idea de tener un nieto. Supongo que ya fueron viendo que estamos en algo bastante serio dado que ya prácticamente vive conmigo y entonces de alguna manera nuestro casamiento ya no tiene tanto de ficticio como antes.
- Lo gracioso es que al final terminaron siendo de verdad marido y mujer - dijo Rosanna, la mamá.

Yo no creo que sea tan así, pero es verdad que algo de real hay en lo que dijo. Estamos casados legalmente, estamos viviendo juntos y tenemos un bebé en camino. Si esto fuera una película, probablemente nos estaríamos acercando a un final feliz. Y como todos sabemos que esas cosas en la realidad no existen, a veces pienso que el blog debería terminar por acá. Quiero que ustedes se queden con esta imagen, creo que la historia que tenía para contarles se viene acercando a un final.

Cuando me mudé a este departamento, en mayo, empezó la historia de la nena que se mudaba de la casa de papá y mamá a un departamento de cuarenta y ocho metros cuadrados completamente sola. Y hoy, si bien hay mucho de ella en mí todavía, lo que me espera de ahora en adelante tiene poco que ver con no saber cocinar ni limpiar. Y en esta nueva etapa, ya no voy a estar sola sino que es bastante probable que Martín se termine mudando.

Yo fui cínica durante mucho tiempo y hasta me llegué a burlar del final feliz. Pero creo que en el fondo todos queremos seguir creyendo en él. No sólo en que existe, sino en que nos puede pasar a nosotros. Y creo firmemente en que todos sabemos que si la película continuara después del abrazo de los protagonistas, en algún momento esa imagen cambiaría y todo cobraría un tinte más realista. Él encontraría a otra mujer, o ella se aburriría de la rutina, porque así son las relaciones en el mundo real. Lo que vemos en la película es felicidad absoluta porque termina ahí, porque la simple razón de que no le damos la chance de que se opaque.

Y, aún así, todos nos alegramos cuando el protagonista llega justo a tiempo al aeropuerto a decirle que la ama. No sabemos bien por qué si tenemos claro que eso en la realidad no existe. Lo que creo yo es que, en el fondo, todos queremos que haya alguien o algo que nos haga volver a creer en él.

Y creo que ustedes, después de leerme por tanto tiempo, se merecen que mi historia tenga un final feliz. Que yo deje de escribir antes de que empiecen los problemas entre Martín y yo, antes de que explote mi mentira en mi familia y nos salpique a todos, antes de que yo me dé cuenta de que la dulce espera de dulce no tiene mucho.

Yo, como lector o lectora, querría que la historia terminara acá. Porque en este punto estaríamos precisamente en el final feliz. Y todos sabemos que ese punto es un máximo. Después de él, sólo se puede bajar. Y a mí, si estuviera en el lugar de ustedes, no me gustaría verlo. Preferiría ser yo quien le diera la continuación a este momento, ser yo quien se imaginara lo que pasa después.

Precisamente para tener el poder darle el final que yo quisiera.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Día 195 - Tíos en acción

Hablé con mi tío Mauricio. Parece que al principio se estaban disputando la fortuna de mi abuelo entre él y su hermano Gabriel, pero que en un momento Gabriel se descontroló y quiso sacarle a Mauricio todo lo que tenía para tener más él. Para esto, fue a contarle a mi abuelo que Mauri se había casado por el departamento y ahora mi abuelo se lo va a sacar.

Aparentemente, el hecho de que yo me haya casado tan joven despertó sospechas en el muerto de hambre de Gabriel y ahora está a la espera de la manera de descubrirme ante mi abuelo. Mi tío Mauricio no me quería decir nada porque supuestamente le daba vergüenza la actitud que había tenido al principio de querer sacarle todo a mi padre y a mi otro tío, Julio. Obviamente esto es mentira, ya que de haber podido quedarse con todo lo hubiera hecho sin ningún problema.

La realidad es que es muy probable que haya sido él mismo el que abrió la boca. A ver si al sacarme el departamento, se queda con la cuarta parte. Como en las películas de acción que todos los personajes pasan del papel de buenos al de malos en cuestión de segundos, parece que mi tío Mauricio no es la excepción.

Cuando mirás ese tipo de películas llega un punto en el que ya no confiás en nadie. Y desgraciadamente, en las familias en donde hay mucha plata de por medio, la historia no es muy distinta. Sabés que todos te van a tratar de hundir por donde puedan, y tenés que tener claro que para defenderte estás vos sólo. Los demás están cada uno con su arma cargada, esperando la oportunidad de disparar. Y vos tenés que pensar una estrategia. Ver si es verdad que la mejor defensa es un buen ataque, o por el contrario, si te conviene esconderte hasta que el tiroteo termine y salir cuando sepas que estás a salvo.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Día 194 - Sweet child o'mine

Ayer me rompieron el vidrio del auto y me robaron la radio y todos los cds de los Beatles que tenía en la guantera. Cuando lo abrí estaba todo el asiento lleno de pedazos de vidrio y el piso también. Tuve que sacarlos con una franela que tenía en la guantera mientras contenía las lágrimas. También me robaron los papeles del auto y me lo rayaron todo. Cuando lo arranqué y empecé a manejar me empezaron a caer las lágrimas. En un momento pensé en el bebé y decidí que me tenía que calmar, pero eso fue casi cuando estaba llegando a casa. La mayoría del tiempo me olvido de que hay un pequeño ser adentro mío.

No caigo con que estoy embarazada. Hasta ahora lo único que sé es que no me vino el mes pasado. No sé como explicarlo. Estoy contenta, pero a la vez es como si le estuviera pasando a otra persona.

Con Martín estuvimos hablando mucho del tema y haciendo planes a futuro, pero me sentí como cuando teníamos dieciséis y jodíamos con eso. No puedo creer que él y yo finalmente estemos bien y que además vayamos a tener un hijo. Parece un sueño, lo siento como algo completamente irreal.

No tengo idea, por ejemplo, de qué es lo que se supone que tenemos que hacer ahora. Ir a ver algún obstetra, presumo. Y empezar a comprar cosas, aunque no sé donde vamos a tener lugar para el bebé, ya que mi amado departamento es sólo de un dormitorio. No sé qué va a pasar con la facultad el año que viene, si voy a poder seguir cursando o no. Y lo mismo le pasa a mi marido. Es rarísimo, porque si bien estoy contenta, a la vez me cuesta imaginarme que en unos meses voy a tener un bebé.

El embarazo se supone que sea un momento de conexión con tu propia madre, ya que ella pasó por todo y te puede ayudar. Pero en mi caso no sé, no tengo ganas de hacer cosas con ella. No quiero que me acompañe a los doctores ni me diga qué es lo que tengo que hacer. Me gusta la idea de decirle a mi padre que va a tener un nieto, porque se va a alegrar muchísimo. Y también decirle a mi abuelo que a los 86 años va a ser bisabuelo. Pero es como que la idea de que mi madre esté cerca mío en la dulce espera no me atrae para nada. Pienso que se va a meter en todo, que va a opinar sobre todos los temas, y que me va a criticar mis decisiones con la excusa de que ella ya pasó por esto y entiende más que yo.

Este, es otro de los mil momentos en mi vida en los que pienso que me hubiera gustado tener una madre completamente distinta. Y pienso hacer todo lo que esté a mi alcance para que a mi hijo o hija nunca le llegue a pasar eso conmigo. Voy a hacer todo lo posible por ser la madre que a mí me hubiera gustado tener. Una madre que fuera precisamente todo lo opuesto a la que me tocó.


*De lo otro no tuve novedades todavía. Fabián dice que no sabe nada, que a él nadie le habló nada del tema. Y llamé a mi tío Mauricio varias veces entre ayer y hoy pero no me atiende. Asumo que hay una razón.

martes, 8 de diciembre de 2009

Día 193 - Primer intento

- ¿Qué hacés llamándome? - preguntó Valentina.
- Quería saber por qué después de tanto tiempo se te ocurrió abrir la boca.
- ¿De qué hablás?
- Sabés bien de que te hablo.
- ¡Yo no dije nada! ¿Por qué? ¿Se enteraron?
- Sí, vino mi madre ayer.
- ¡Pero yo no dije nada!
- Dale, Valentina. Decímelo. Ya pasó igual.
- En serio que yo no fui.
- Está bien.
- ¡En serio te hablo! ¿Quién más sabía?
- Mi tío Mauricio, pero porque hizo lo mismo que yo.
- Y bueno, averiguá por ese lado. Te prometo que yo no fui. Yo sé que vos y yo estamos mal, pero nunca lo contaría. Sería hacerte mal innecesariamente.

- Bueno, gracias, supongo - dije confundida.
- No pasa nada. ¿Y qué vas a hacer ahora?
- Y llamar a mi tío a ver qué pasó. Mi madre vino a mi departamento diciendo que se había enterado de todo y pensando que iba a encontrar una casa de soltera, y justo Martín estaba entonces no supo que hacer, pero me dijo que esto no terminó todavía. Y ahora no sé que va a pasar.
- Nada. El departamento no te lo pueden sacar. Tratá de hablar con tu abuelo antes de que le hable otro, pero por los demás ni te preocupes.
- No, no me voy a preocupar. Qué sé yo, me jode no entender qué fue lo que pasó. Ni siquiera sé quien sabe y quien no.
- Y bueno, averiguá. Llamá a tu hermano a ver que sabe.
- Sí, lo voy a hacer. Gracias.

- Bueno. ¿Vos todo bien? - preguntó.
- Sí, todo bien.
- ¿Estás con Martín, entonces?
- Sí. Y estoy embarazada.
- ¡¿Qué?!
- Sí. No lo planeamos, pero pasó.
- ¿Y qué pensás?
- Yo estoy contenta, la verdad. Y Martín también.
- Bueno, felicitaciones entonces. ¿Le dijiste a tu madre?
- No. Estaba histérica y gritando pavadas. Se lo voy a decir cuando todo esté más tranquilo.
- Sí, está bien. Bueno, me alegro por vos. Por ustedes.
- Bueno, gracias.
- Cualquier cosa si querés hablar, de lo que sea, llamame. Estoy acá.
- Bueno, gracias. Yo también, si algún día querés hablar.
- Beso, Agus.
- Otro.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Día 192 - Patas cortas

Ayer a eso de las siete de la tarde, yo estaba muy tranquila haciéndome un café con leche mientras Martín leía en el cuarto. En eso, sonó el timbre. Atendí sin hablar para ver quien era, pero nadie contestó. Un minuto después escuché la voz de mi madre diciéndole al portero "debe estar bañándose, gracias."

Respiré hondo cuando sonó el timbre, y con mi peor cara de culo, le abrí.
- ¿Qué querés? - pregunté.
- Ya vas a ver lo que quiero - dijo, mientras entraba al departamento. - ¡Sé todo, Agustina. Todo!
- ¿De qué carajo hablás?
- ¡Sabés muy bien de que hablo!
- No, mamá, no lo sé. Calmate un poco, haceme el favor.
- ¡No me calmo nada! ¿Vos sabés lo que fue para mí enterarme de que mi hija es una mentirosa? ¡¿Eh?!
- Ay, mamá, callate la boca y hablá como una persona normal. ¿Qué problema tenés?
- ¡Que me mentiste! ¡Le mentiste a todos!
- ¿A quién le mentí, a ver? - pregunté haciéndome la tonta, mientras trataba de pensar cómo podía ser que se hubiera enterado.
- Agustinita, el papel de actriz no te sale. Sabés muy bien de que te hablo, así que confesalo de una vez. Dale, decílo. Te casaste con Martín para que te regalaran el departamento. ¡Él ni siquiera vive acá! Yo ya lo sospeché el día que tenías la mitad de la cama hecha, pero no tenía pruebas. ¡Quiero escucharte decirlo!
- No tenés idea de la cantidad de pavadas que estás diciendo. Mi amor - grité hacia mi cuarto. - ¿podés venir?

Un Martín en jogging y con cara de no saber que hacer se acercó hasta el comedor.
- Hola, Jaqueline.
- ¿Y éste qué hace acá? - preguntó mi madre.
- ¿Qué va a hacer, mamá? ¡Vive acá!
- ¡Mentira! Le debés haber dicho que venga sólo porque yo iba a venir.
- ¿Y cómo mierda iba a saber yo que se te iba a ocurrir venir?
- No sé. Pero tu secreto está afuera y yo ya sé que el matrimonio de ustedes no vale. Y es cuestión de tiempo para que toda la familia lo sepa.
- Basta de telenovelas, mamá. ¿Vos ves lo que estás diciendo? ¿Que me casé por el departamento? Te volviste loca. Completamente loca.

Cuando dije eso se paró de la silla y fue hasta mi cuarto. Miró las fotos de nuestro casamiento encima de la mesa de luz y ropa de Martín tirada en el suelo. Después la vi ir hasta el baño, donde debe haber visto las cosas de afeitar de mi marido. Derrotada, volvió a la cocina.

- No sé como hiciste para que todo parezca real, pero ya te voy a agarrar. Esto no terminó acá, ¿me entendiste? ¡No terminó acá!
- ¡Andate de mi casa! Y dejá de mirar telenovelas, haceme el favor. Te están haciendo mal.
- No te hagas la inocente. Ya te voy a agarrar, vas a ver - dijo, mientras abría la puerta. - ¡Ya te voy a agarrar!

viernes, 4 de diciembre de 2009

Día 191 - Good news travel fast

- Mi amor - le dije hoy a Martín. - Tenemos que hablar.
- ¿Pasó algo?
- Sí.
- ¿Bueno o malo?
- Y...depende de como lo mires.
- Bueno, te escucho - dijo mi marido.
- Bueno, te digo. Ay, me da cosa...
- Dale, me lo podés decir.
- Bueno, lo digo rápido, como sacar una curita.
- Dale.
- Bueno. Tenía un atraso, y me hice un test. Dio positivo.

Martín sonrió.
- ¿En serio me decís?
- Sí, en serio.
- ¿Y cómo pasó esto?
- Y, es culpa de los dos. Mía, por tomar la pastilla cuando quiero y a cualquier hora, y tuya por no querer usar forro por las dudas.
- ¿Y qué pensás?
- Que si los dos tomamos esa actitud es porque en el fondo no nos importaba si pasaba. Y bueno, pasó.
- ¿Pero estás contenta?
- Sí, creo que sí. Todavía no caigo igual. Es como si le estuviera pasando a otra persona, no sé. ¿Vos qué pensás?
- Y...no sé. Supongo que no caigo tampoco, pero igual es como te dije el año pasado cuando tuviste el atraso. En algún momento iban a venir los niños igual.
- Sí, pero se nos adelantó el momento, mi amor. Bastante.
- Supongo que sí - dijo, mientras se acercaba a mí. - Pero no me molesta.
- A mí tampoco. No quería alegrarme mucho hasta saber como reaccionabas vos, porque capaz te parecía un error enorme. Pero la verdad es que estoy contenta. O sea, sé que va a ser difícil y todo, pero me gusta la idea de saber que viene una Agustinita o un Martincito en camino.
- A mí también - dijo, y me dio un beso.

Nos quedamos un rato abrazados, y sonriendo. Después me levantó la remera, se acercó hasta mi panza y le dio un beso.
- No puedo creer que haya alguien ahí - dije.
- Yo tampoco. ¿Y qué querés que sea?
- Nena. ¿Vos?
- Varón.
- Capaz que son mellizos, y nos toca uno y uno.
- Jaja, puede ser. Te quiero, linda. Y estoy contento.
- Yo también, mi amor. Yo también.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Día 190 - The mystery is now solved

Dio positivo.

O sea que estoy embarazada.

Y bueno, por algo será.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Día 189 - Oh, baby, baby

Cuando teníamos dieciséis, le propuse a Martín que si a los cuarenta los dos seguíamos solos nos juntáramos. "A los treinta, mejor" me contestó. Le dije que me parecía bien, y ahí me dijo "mejor nos juntamos a los veintincinco, y ya vamos encargando los hijos". Me reí y le pregunté si de verdad quería tener hijos conmigo y me dijo que sí, que le gustaría.

El año pasado, a los dos meses o tres de haber tenido nuestra primera vez, tuve un atraso. Estaba en la misma disyuntiva de ahora de si decirle o hacerme el test antes y decidí decírselo.
- No pasa nada - dijo. - Igual a los veinticinco íbamos a encargar.
- ¿Seguro? - pregunté.
- Seguro - dijo, tocándome la panza. - No me molestaría para nada tener una Agustinita o un Martincito.

Esa misma noche fuimos hasta la farmacia y me compre un test de embarazo. Me lo hice en la casa de él, ya que estabamos solos, y dio negativo.
- ¿Qué pensás? - pregunté.
- No sé, una mezcla de cosas. Por un lado, me hubiera gustado. Pero, por otro, todavía somos chicos y vivimos con nuestros padres, estamos los dos en la mitad de la carrera, qué sé yo. ¿Vos qué pensás?
- Algo parecido a lo tuyo. Por un lado, pienso que si alguna vez quisiera tener hijos sería con vos, pero también pienso que es complicado. Además viste como son en mi familia, por esto me pueden llegar a prender fuego.
- Sí, yo sé - dijo. - Y bueno, algún día será.
- Algún día.

Desde ese momento han pasado unas cuantas cosas. Nos casamos, yo me fui de la casa de mis padres y me mudé a este departamento en el que él sabe que se puede mudar cuando quiera. Seguimos en la mitad de la carrera, es verdad, pero ya bastante más adelantados cada uno en la suya que hace un año y medio. Y, más importante, estamos bien como pareja.

Yo no sé realmente cuanto de verdad hubo en su reacción cuando tuve aquel atraso, pero si todo lo que dijo es cierto, no debería tener miedo de decirle lo que me está pasando ahora. Las cosas que cambiaron desde ese momento hasta ahora, fueron todas para mejor. ¿Entonces? ¿Por qué tengo tanto miedo de decirlo en voz alta?

Supongo que porque ni yo sé lo que quiero. Siempre pensé que si me pasaba de tener un atraso, iba a salir corriendo a hacerme un evatest. Creía que iba a querer salir de la duda lo antes posible. Pero ahora me pasa algo distinto.

Quiero saber qué es lo que me está pasando a mí. Antes de hacerme el test, quiero saber si yo quiero que dé positivo o negativo. Quiero saber en donde estoy yo en esta situación, más allá de Martín.

Y de a ratos nos imagino a mi marido y a mí en alguna plaza, con un nene o una nena jugando con nosotros y me río. Y de a momentos pienso en mí embarazada, yendo a la facultad y trabajando y ya no me resulta tan divertido. Y si pienso en el parto, me agarra un ataque de pánico.

Y no sé que pesa más. Si la imagen mía vomitando en el baño de facultad por las náuseas matutinas o la de un Martín en miniatura que me agarra la mano y me dice "mamá".

martes, 1 de diciembre de 2009

Día 188 - Concubinato y algo más

Yo siempre fui una persona bastante especial. Si bien me gusta estar con gente, salir a tomar un café, o encontrarme con alguien para comer, llega un punto en el que me aburro y quiero volver a mi casa. Lo que quiero es estar sola. Es como si lo necesitara.

Me pasa con muy poca gente poder estar horas sin aburrirme. Con Romi y Fabi, por ejemplo. Pero nunca me había pasado con un tipo. Ni siquiera con Martín. Y es por esto que nunca me ví conviviendo con alguien.

La idea de estar todo el tiempo con una persona me hace sentir ahogada. Pienso en que me acostaría con el otro, me levantaría y él seguiría ahí, volvería de trabajar para volvérmelo a encontrar y los fines de semana sería todo aún peor porque estaríamos prácticamente todo el tiempo juntos. Pienso que me aburriría del otro, que llegaría un punto en el que no lo querría ver más.

Sin embargo, los últimos días con Martín han sido todo menos aburrimiento. Estar tanto tiempo con él, de alguna manera extraña, me hace querer estar todavía más tiempo con él. Estoy en el trabajo y pienso en cuando llegue a casa para verlo de nuevo y un montón de cursilerías similares. Me gusta que miremos una película juntos y que después no se tenga que ir. Y me encanta que desayune conmigo todas las mañanas, y que al final del día esté acá para charlar de como nos fue.

Y creo que a él le pasa lo mismo. Ayer, estábamos tirados en la cama, hablando de pavadas, cuando me preguntó si pensaba que alguna vez íbamos a convivir en serio. Le pregunté qué pensaba él y me dijo que le gustaba la idea.

Y, contrario a lo que siempre hubiera pensado que me iba a pasar en un momento así, le dije que a mí también me gustaba la idea. Que podíamos hablar a ver que pasa después de terminar esta semana de convivencia a ver si nos seguíamos queriendo o si el estar tanto tiempo juntos nos terminaba haciendo odiarnos.
- Eso nunca, chiquita - dijo. - Sólo puede haber amor entre nosotros.

No llegué a entender si lo había dicho en el sentido de que no podía haber odio, o si quiso decir que lo nuestro era amor. No quise preguntar. Le dí un beso, y lo abracé.

Y sí, nosotros dos estamos bien. Y la convivencia nos está gustando a los dos, contra todo pronóstico. Pero, como siempre en esta vida, lo bueno dura poco. Y no sé cuanto de esta luna de miel va a quedar cuando finalmente le diga a Martín que hoy descubrí que tengo un atraso de seis días.