sábado, 30 de mayo de 2009

Día 20 - De como tomé la decisión

Hace un rato me llegó un mensaje de Valentina. Decía simplemente "Podemos hablar?". No supe que contestarle, porque la verdad es que puedo, pero no sé si quiero. Así que como estaba concentrada elaborando un modelo de comportamiento del vecino, dejé el mensaje sin contestar y supuse que más tarde pensaría que hacer.

Debo decir que las cosas con ella están mal hace tiempo. Todo empezó con el tema del casamiento. Cuando le conté mi idea me dijo que era una mentirosa, que no me importaba nadie más que yo, y que lo único que quería era tener un lugar para tener sexo. Yo sé que lo que yo hice no es correcto, por decirlo de alguna manera, y que a más de una persona le iba a parecer mal. Pero me prometí a mí misma que no iba a ser un factor relevante en cuánto a decidir que hacer.

Tomar la decisión no fue nada fácil. Recién después de que Martín me dijo que sí, realmente empecé a pensar en todo lo que implicaría. En primer lugar, tendría que mentirle a mi abuelo, con todo lo que lo quiero. Mentirle para aprovecharme de una oferta que me hizo. Mentirle para irme de mi casa. Mentirle para que me regalara el departamento. En segundo lugar, tendría que montar un operativo digno de Los Simuladores para mi familia. Pretender que Martín y yo estábamos juntos. Pretender que eramos la pareja perfecta. Pretender que nos amábamos hasta el punto de casarnos a los 21 años para poder vivir juntos. En tercer lugar, involucrar a Martín. Involucrar a una amiga que trabaja en el registro civil. Involucrar a un conocido de mi tío Mauricio para obtener un par de favores.

Y, por otro lado, estaban todos los factores que me llevaron a inclinarme por el sí. Madie, una lectora, me preguntó sobre esto el otro día y ahí me di cuenta de que nunca lo había realmente explicado. Le respondí: Supongo que la necesidad se hizo mucho más fuerte después de que viví sola en Nueva York por un mes a los 19, y volver a mi casa fue un choque enorme. Allá me acostumbré a hacer lo que me diera la gana, todo el tiempo. Desayunaba en la cama en bombacha mirando Seinfeld, entraba y salía cuando quería, y comía a cualquier hora. Fue el mejor mes de mi vida, y vivir sola fue gran parte de eso. Más allá de que el lugar es espectacular y todo, fue una experiencia personal que me ayudó a darme cuenta de que vivir sola era exactamente lo que necesitaba. Y además me despejé. Fue un mes en el que no tenía que escuchar como todos los miembros de mi familia se peleaban por plata, o como nadie se soporta pero pretenden que sí porque "la familia es lo más importante". Y la conviviencia con mis padres a la vuelta se volvió muy difícil.

La relación con mi madre nunca fue buena. Con mi padre sí, pero la que mandaba en mi casa cual monarca absoluto era mi mamá.
A ella nunca le interesó escuchar, ni saber que nos pasaba a mi y a mi hermano. Tenía una regla de que no se le podía hablar en seguida que llegara, ni se le podían hacer pedidos después de las nueve. Nos mandaba a un colegio bilingüe, de ocho a cinco, después nos obligaba a ir a hacer deporte. Los viernes nos mandaba a una escuelita a aprender tradiciones judías, y los sábados a unos clubes horribles para chicos judíos, que con mi hermano odiábamos. Todos los sábados (lo juro) llorábamos antes de ir, porque de verdad la pasábamos mal. Yo siempre me sentía afuera de todo, las chicas que estaban en "mi grupo" siempre me trataban mal y los chicos ni siquiera me hablaban porque no me consideraban lo suficientemente linda o algo para mercer su atención. Y, sin embargo, hasta los quince años me obligaron a ir. Todo para tener libre la tarde del sábado y no tener que encargarse de nosotros.

Cuando, por ejemplo, yo invitaba amigas a dormir, al otro día insistía en que nos levantáramos temprano porque siempre le molestaba que la gente durmiera hasta tarde. Para asegurarse de que entendiéramos el mensaje, nos abría la puerta a las nueve de la mañana y después llamaba a mi cuarto desde el otro teléfono para que el ruido nos despertara.

Cuando a los dieciséis años le conté que había empezado a salir con Martín, me dijo que no podía estar con él en mi cuarto y que tenía prohibido tener sexo, que me tenía que mantener virgen hasta el matrimonio. Que si venía teníamos que ir al living, y dejar la puerta abierta. Y después me preguntó cuándo se los iba a presentar. En seguida me di cuenta de la magnitud del error que había cometido, pero ya no había vuelta atrás, así que no tuve más opción que inventarle que habíamos terminado y empezar a verlo a escondidas. Todos los viernes después que mis padres se dormían, le mandaba un mensaje a Martín para que viniera, le abría la puerta en silencio y nos metíamos en mi cuarto. Por suerte nunca nos descubrieron, de lo contrario no podría estar escribiendo esto ya que mi cuerpo estaría tirado en alguna zanja.

Y hay tantos otros hechos, que no sé si alguna vez terminaría de escribirlos. Episodios relacionados con la comida, con mi supuesta gordura, con mi personalidad, con que no me comportaba como una princesita y con mis notas, que eran excelentes para todo el mundo menos para ella.

Es bastante triste que para terminar con todo esto me haya ido de mi casa, pero no tenía otra opción. Cada vez que trataba de hablar con mi madre me contestaba "Mi casa, mis reglas". Y contra ese argumento no hay nada que puedas decir, es una frase totalmente autoritaria e inflexible, algo así como decir "no me importa lo que tengas para decir porque a fin de cuentas es mi casa y mando yo".

Y yo me pregunto, ¿Cómo puede ser que para Valentina, todo esto se reduzca a que me casé porque quería un lugar para tener sexo? ¿Es posible que entienda tan poco mis razones? Y, finalmente, ¿Debería contestarle el mensaje y, efectivamente, hablar con ella?

6 comentarios:

  1. Tenias que irte de ahi, de eso no se duda. Igual que riesgoso fue encerrarte en tu cuarto con Martin.
    Tu hno la pasa como vos?

    Habla con Valentina, ya fue. O no, no se.

    ResponderEliminar
  2. Cada uno tiene su propio infierno personal. Y parece que eso tiene mucho que ver con tu decisión, decidiste librarte de él y esa era la manera. Aquí nadie está para juzgarte y esto se enlaza con tu tema con Valentina. Yo te aconsejo que hables con ella. No se me ocurre que sea de otra manera. Es tu amiga. Lo mejor que pueden hacer es darse esa charla. Es obvio que vos no le tenés que dar explicaciones a nadie de nada, pero quizás ella no entiende porqué lo hiciste y tiene preguntas. Seguramente vos también tengas cosas que decirle.
    Contestale, reunanse.

    Después nos contás, beso!

    ResponderEliminar
  3. Fran: Sí, tal cual. Y sí, no sabés los nervios que pasé. Una vez mi padre se levantó en la mitad de la noche y recé para que no entrara y no viera que había un machito en mi cama, jajajaja.

    Madie: Sí, pero es difícil también. A ella le parece horrible lo que hice y a mí no, por algo yo seguí para adelante con mi plan. Pero tendré que hablar en algún momento, supongo. Pero god, I hate confrontations.

    ResponderEliminar
  4. Es como leerme a mi, desde el primer dia, te juro. Yo tengo 19, vivo sola porque quiero jajaja, pero no puedo cocinar ni fideos sin que se me peguen, un desastree

    ResponderEliminar
  5. Sigo poniéndome al día con el blog, no puedo dejar de leer...
    Y te digo algo? Escucho esa frase de "mi casa, mis reglas" mas veces q un "buen día" o "hasta mañana" q ni se dicen... Y por ahora me es imposible, pero la meta es vivir on my own... Y leerte no hace más que animarme y darme un poquito de optimismo a que me va a llegar =)

    Besoos!
    Bel.

    ResponderEliminar
  6. ...mm... vaya... con razon hiciste todo esto para salir de casa... reprochable o no... da igual, mientras salgas de esto bien, y sin dañar a nadie.

    ResponderEliminar