jueves, 4 de junio de 2009

Día 25 - La cena está servida (I)

Llegué a lo de mi abuela a las 8.45 y esperé en el auto hasta que mi hermano y mis padres llegaran para subir con ellos. Nos abrió la puerta Rebecca, con un traje rojo horrible, el pelo con un volumen considerable (posiblemente recién salido de la peluquería) y una cantidad inconmensurable de maquillaje. Después de verla así, pensé que si me llegaba a decir algo la iba a poner en ridículo delante de todos, por el simple hecho de que nadie que parezca un payaso tiene derecho a opinar sobre los demás.

Cuando entramos, estaban sentados alrededor de una mesa mi tío abuelo Daniel y sus tres hijos charlando con quien asumí que sería el macho. Calculo que tendría un poco más de ochenta años, aunque caminaba sin bastón y tenía bastante pelo. En fin, nunca fui buena calculando edades, podría tener sesenta y para mí hubiera sido lo mismo.
Mi abuela le hizo señas para que se parara y viniera. Lo presentó como Simón y los cuatro lo saludamos. La primera impresión que me causó no fue ni buena ni mala, apenas lo escuché decir "mucho gusto", así que no tenía ninguna razón para odiarlo.
Diez minutos después llegó mi tío Marcelo, que era el único que faltaba, así que pasamos a la mesa.

Quiero que sepan que sentí que estaba tocando el cielo con las manos cuando ví que había carne al horno con papas rosti para comer. Desde que me mudé que no comía carne sin ser en hamburguesas congeladas, ni papas que no estuvieran convertidas en puré instantáneo. Así que por un momento tuve la esperanza de que la cena no estuviera tan mal como yo había pensado. Por supuesto, a los diez minutos ya era obvio lo errada que estaba.

Los temas de conversación en las cenas familiares son siempre los mismos. Mi tío Daniel trata de ser el centro de atención, hablando de alguna artimaña que hizo para ahorrar plata. Él se piensa que es gracioso, pero a mí sus historias me da vergüenza ajena. Es un tipo con una cuenta bancaria abultadísima y aun así hace cualquier cosa con tal de pagar siempre lo mínimo posible. Una vez contó que de viaje en París esperaba a que la gente pusiera el pase del subte, y se metía rapidísimo atrás de ellos para no pagar el ticket de un euro. Otra vez contó que en Israel, para viajar en colectivo había que marcar en una máquina si eras estudiante, jubilado, menor de edad o si pagabas el precio establecido. Como el más barato era el de menor, esperó a que nadie lo mirara y sacó ese. De más está decir que es un tipo de cerca de sesenta años. Además, es un tacaño sin remedio. Una vez se ofreció para encargarse de la cena de fin de año (que en general hace mi abuela) y después dijo que no compraba carne ni pollo, porque el primero de enero ibamos todos a almorzar a lo de una tía que hace asado. Sirvió empanadas, y de postre una torta chiquita para treinta personas.

Después está mi abuela, que le hace competencia pero no para ser el centro, sino para dirigir la conversación hacia otras personas. Y esta vez, como no podía ser de otra manera, me tocó a mí.
- Decime, Agustinita, ¿y Martín?
Menos mal que me preparé de antemano.
- Bien, por suerte. No vino porque los lunes y miércoles juega al fútbol con los amigos.
- Ah, mirá vos. ¿Juega al fútbol en vez de trabajar? Yo te dije que no te casaras con alguien que no te pudiera mantener...
Empezó la guerra.
- Sale de trabajar a las cinco. Puede perfectamente distraerse un rato de ocho a diez.
-Bueno, pero igual. Tampoco está bien que esté con los amigos a la hora de la cena.
¿Cómo fue que me dejé convencer de venir?
- Está perfecto. No tenemos que estar todo el tiempo juntos.
-¿Cómo que no? Es el primer año de casados!
Fabián, te voy a matar.
- Sí, ¿y? Los dos estudiamos y trabajamos. Vamos a facultades diferentes, y trabajamos en lugares diferentes.
- Sí, es verdad que vos trabajás. Ya sabés lo que yo pienso sobre eso. Estaría bien si fueran unas horitas, para tener un poco de plata tuya. ¿Sabés por qué? Porque si vos tenés diez pares de zapatos y querés uno más, los hombres no lo entienden. Te dicen que ya tenés muchos, que para qué querés uno más. Para eso tenés que trabajar, para el par de zapatos. Pero no para mantenerte, eso le corresponde al hombre.

Y cuando estaba a punto de decirle que era una imbécil y que se callara la boca de una vez, Simón habló por primera vez en toda la cena. Y, para mi sorpresa, no era ningún idiota.

12 comentarios:

  1. ¡Nena vos estás loca! ¡Cómo vas a dejar el post acá!

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  2. Coincido, eso no se hace!!! Quiero saber!

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  3. Yo también quiero saber !!! Me encantan los chusmeríos familiares !!!

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  4. Yo diría que tuvo una excelente intuición para dejar el post en el lugar exacto en el que sabía que sus lectores iban a quedar expectantesssss!!!!! Jajaja, YAAAA quiero saber qué tal es Simón, me muero de la intriga!!!!

    Al margen de todo, me parece genial que tu abuela tenga novio :P

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  5. Cómo te odio, siempre me dejás con las ganas.

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  6. Madie: Sí, no? Tenía que cortarlo porque era larguísimo y ahí me pareció una buena opción.

    Magoya: :P

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  7. Hola!! es la primera vez q escribo.. de todas formas lei todos los post.. pero hay algo q no entiendo? se casaron con martín al final? hubo fiesta y demás? qué onda su flia si el sigue viviendo en su casa??

    Saludos!!
    C*

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  8. uhmmm! Tu abuela no es mala, es vieja nomas! Pero hay que ver que onda Simon.

    Y la comida.

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  9. Simon se llama uno de mis perros!! Elegi yo el nombre asi que el novio nuevo me cae bien, jaja.-
    Cuando recien me entere lo del novio hubiese jurado que era menor que ella, me alegra que no sea un idiota; aunque.. si la abu es tanto como decis, pobre tipo!!
    Te leo Agus.. aunque siempre nos dejes con un "continuara"

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  10. C*: Sí, nos casamos. Y en la casa él dijo la verdad, no había otra opción!

    Fran: No es mala???

    Pluscu: Jajaja. Y sí, pobre tipo!

    Y perdón por cortarlo, prometo no hacerlo más a menos que el post sea larguísimo, como este.

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  11. Nah, o sea tiene las tipicas cosas de vieja chota. Y bueh, se le suma cierta ponzoña.

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