sábado, 29 de agosto de 2009

Dia 110 - Too little, too late (III)

(Desde la notebook de mi hermano, sin acentos. No queria dejarlos con la intriga, sepan disculpar).

- Eh...es...complicado.
- Agustina, por favor. Decime la verdad de una vez por todas.
- Esta bien.

Y le conte todo. De mi madre, de casa vieja, de que me estaba por pegar un tiro y lo que hice fue mi unica solucion. Pero, como esperaba, no reacciono bien.

- Vos estas completamente loca. Esto es demasiado para mi - dijo, y se paro de la cama.
- Me vas a decir que no me entendes ni un poco?
- La verdad es que no, no te entiendo nada. Me parece horrible lo que hiciste.
- Bueno, pensa lo que quieras. Lo hecho hecho esta.
- Si, pero no significa que no haya estado mal. Es decir, le mentiste a toda tu familia. Y todo por un departamento! No me lo esperaba de vos. O capaz que si...se ve que ni te conozco en realidad. Nunca hubiera pensado que eras capaz de hacer algo asi.
- Ves? Esto es exactamente lo que queria evitar. Y es por eso que no te lo conte.
- No no, no te justifiques. Ni por no contarmelo, ni por el hecho en si. Fue un locura y lo sabes. Un acto de egoismo total, porque no respetaste lo que tu abuelo queria para vos, que era que te casaras. Y ademas egoismo por el pibe este. Quien es este tal Martin?
- Martin es...un amigo.
- Un amigo? Que te hizo el favor de casarse con vos? Quien haria eso?
- Es mi amigo, me quiere y sabe que irme era lo mejor para mi.
- Pero ese pibe esta igual o mas loco que vos, entonces! Le pediste el favorcito y te dijo que con gusto se casaba ? No entiendo.
- No, gratis no fue. Le regale un pasaje para que se fuera a visitar a su mejor amigo que se fue a vivir a Panama.
- Ah, mira que bien ustedes dos. Todo se arregla asi, con plata, no?
- No, Sebastian, no entendes. Es un tema de necesidad. Yo se lo que es tener a tu mejor amigo lejos, porque tengo a mis dos mejores amigas en Israel. Y las extranio muchisimo, y eso que vuelven en diciembre. El mejor amigo de el se fue y chau, no vuelve. Y yo entendi que irlo a visitar era lo que el necesitaba. Y el entendio que irme de mi casa era lo que yo necesitaba.
- Ok, barbaro. El tipo quiere el pasaje y vos queres irte de tu casa. Se casan. Bla bla bla. Y a ninguno le importa en lo mas minimo que lo que estan haciendo esta mal???
- Pero que te pensas, Sebastian? Que fue facil para mi hacer esto? Que fue facil mentirle a mi abuelo en la cara, y decirle que estaba enamorada y que me queria casar?
- Es obvio que muy dificil no te fue.
- Lo fue, si. Pero fue un tema de prioridades. Vos no sabes lo que era para mi vivir en mi otra casa. No te podes imaginar.
- Me lo imagino, si.
- No, mentira, no te lo imaginas. O no lo entendes. Queres saber por que no te lo conte antes? Porque esperaba que a medida que me fueras conociendo fueras entendiendo mejor mi situacion. Pero juzgando por tu reaccion, hubiera sido lo mismo.
- No, es peor que no me hayas contado.
- No se si es asi. Durante toda esta charla lo unico que hiciste fue juzgar lo del casamiento, casi ni mencionaste el hecho de que no te lo dije antes. Me estas diciendo que fui egoista, que estoy loca, que Martin esta loco, que le menti a todo el mundo, que todo lo arreglo con plata. Es eso lo que te molesta, lo que hice. Era lo mismo que te hubiera contado antes. Yo esperaba que fuera al reves, que me entendieras mejor despues de conocerme, pero no.
- Me molestan las dos cosas.
- Bueno, como te dije, ya esta todo hecho. Yo no puedo hacer nada ahora.
- Y yo no puedo estar con una persona que no conozco en lo mas minimo. Siento que todo este tiempo fue...una mentira.
- No mezcles. Una cosa es mi relacion con vos, y otra es todo este tema.
- Es lo mismo. Te desconozco, Agustina. No se con quien estuve todo este tiempo. No se quien sos.
- Soy la misma mina que conoces. Sigo teniendo las cosas que te gustaron de mi en primer lugar. Sigo siendo graciosa, sigo sin saber cocinar ni limpiar. Sigo corriendo desde la cocina para zambullirme en la cama.
- Todo eso ya no es suficiente. Yo no se si puedo tolerar lo que hiciste.
- Y que queres hacer, entonces?
- Quiero pensar un poco sobre todo esto. Es mucha informacion para digerir. Necesito tiempo.
- Bueno, tomate el que necesites.
- Ok, pero no te ilusiones. Lo mas seguro es que tengamos que terminar.
- ...
- Bueno, me voy. Hablamos - dijo, me dio un beso en la frente, y se fue.

Eso fue hace unos cuantos dias y todavia no supe nada de el. Hoy es el primer sabado que voy a pasar sola en mucho tiempo, and god, it's not going to be fun. Pero bueno, no tengo a quien echarle la culpa porque es solo mia, y ahora tengo que vivir con eso.

Too little, too late. And definitely, too bad.


jueves, 27 de agosto de 2009

Día 109 - Too little, too late (II)

- Eh...no, ¿cómo va a ser una alianza? Me lo regaló mi abuelo - dije, tratando de zafar.
- ¿Y por qué nunca lo usás?
- Porque...no sé. Hoy me lo puse porque fui a su casa a almorzar y bueno, quería que pensara que lo uso.
- Ah, está bien. Parece una alianza, porque no tiene nada.
- ¿Una alianza? Jajaja, nada que ver, cualquiera.
- En serio.
- No, Seba, nada que ver. Mi abuelo no es muy...creativo, por decirlo de alguna manera. Es bastante simple. Le gustó el anillo y lo compró. Ni se fijó en que era sencillo.
- Ah, bueno. Por un segundo pensé que estabas casada y no entendí.
- No, como te digo, nada qeçue ver. ¿Me bancás un toque? Me baño y vuelvo.
- Dale, me tomo un cafecito mientras te espero.

Entré a bañarme, me saqué la alianza y la apoyé al lado de la pileta. Cuando salí, la agarré y, disimuladamente, la metí en el primer cajón de la mesa de luz. Al rato vino Seba, se tiró encima mío y me empezó a dar besos. Yo estaba tirada en la cama, y él arriba mío. Le saqué la remera, él se sacó el jean y después me sacó la bata. A los cinco minutos estábamos a punto de, por lo que fue hasta donde estaba tirado su jean y empezó a buscar los forros.
- Uh, linda. No tengo - dijo. - Dame dos minutos que subo a casa y vuelvo.
- No, dejá. Hay en el primer cajón - dije, y al segundo me arrepentí.
La alianza, god.
- A ver...
- No, Seba, dejá. Yo los busco. Hay muchas cosas adentro del cajón.
- Sí, tenés de todo.

En un acto desesperado, lo tiré en la cama y le empecé a dar besos en el cuello. Mi idea era ir al cajón yo, pero no pude.
- Sin forro no - dijo.
- Pero ya sabés que tomo pastillas.
- Sí, pero igual. Ya los había tocado, en un segundo los agarro.

Y se estiró hasta el cajón. Me tiré arriba de él, y metí la mano adentro del cajón antes que él. Igual, fue demasiado tarde. En el momento que saqué un forro de adentro del cajón, él sacó la alianza y miró lo que estaba grabado. Con una expresión que nunca le había visto, me miró y pronunció:
¡¡¡¿"Agustina y Martín, juntos por siempre"?!!!

miércoles, 26 de agosto de 2009

Día 108 - Too little, too late (I)

Como se deben imaginar, esto de mantener las apariencias con respecto al matrimonio no es nada fácil. Tengo cubierto el tema de por qué me casé, pero cada vez que surgen otros temas me cuesta enfrentarlos. Cuando me preguntan por la convivencia, por ejemplo, digo que me encanta, cuando en el fondo la idea de vivir con otra persona me asifixia. Me cuesta concebir la idea de pasar tanto tiempo con otra persona, dormir con el otro, levantarte con él, volver del trabajo y que esté ahí, etc. Pero, por el bien de mi plan, empiezo a inventar y por lo general me sale bastante bien. Se podría decir que tengo buena imaginación, lo cual ayuda muchísimo en estas situaciones.


Otro tema complicado es el de la alianza. Uno de los primeros días desde que me mudé al departamento, bajé hasta el super y me encontré a Mónica, la mejor amiga de mi madre, que vive a muy pocas cuadras de acá. Recién me había levantado, y no se me ocurrió ponérmela. Logré pilotearla, pero no sé si se creyó del todo lo que le dije. Igual, mi madre nunca me dijo nada así que asumo que no hablaron del tema.

En el día a día, el tema de la alianza es todavía más complicado. En la facultad soy soltera, porque quise evitar contarle la historia a mis compañeras para que se enterara la menor cantidad de gente posible de mi plan. En el trabajo, en cambio, soy casada porque es mi estado civil y así figura en los contratos. Es decir, que tengo que estar siempre muy pendiente de la alianza.

Ayer de tarde, pasó el vecinito a saludarme. No sé que tema había habido en su oficina, que los dejaron irse antes a todos. Primero me alegré, pero al rato maldije su venida. Como yo había llegado recién del trabajo, ni tuve tiempo de sacarme la alianza. Estaba tranquilísima tomando un café cuando sonó el timbre y ni siquiera reparé en el hecho de que según mi mano, yo era una mujer casada.

Lo invité a sentarse y le ofrecí un café. Me aceptó, por lo que me puse a preparárselo. Cuando terminé, me senté al lado suyo y me dispuse a terminar el mío. No pasaron ni dos minutos entre que apoyé el culo en la silla y que Sebastián lanzó la tan temida pregunta.
- ¡¿Tenés una alianza?!



Les pido disculpas, pero paso algo y no se si voy a poder seguir escribiendo todos los dias, al menos por la proxima semana. Igual voy a hacer todo lo posible porque no quiero dejarlos con la intriga. Pero mi abuelo no esta del todo bien, y hago lo que puedo. Cuando pueda retomre las actividades habituales de escriir y pasar por los blogs. Saludos a todos

martes, 25 de agosto de 2009

Día 107 - Goebbels, soy la excepción

El año pasado, en uno de los colegios en donde yo trabajaba, había una profesora que tenía veintidós y se había casado a principios de año. En esa época, yo veía muy lejano el hecho de tener marido, por lo cual no entendía como una persona podía haber pasado por el altar siendo tan joven. Lo que yo pensaba era que si alguna vez me llegaba a casar, iba a ser después de los treinta, por lo cual me causaba mucha curiosidad que alguien tomara la decisión de pasar el resto de su vida con otra persona a la tierna edad de veintidós años.

Fue por eso que un día, mientras estábamos tomando café en el salón de profesores, le pregunté porque había decidido usar el vestido blanco a tan corta edad.
"Es que con mi novio estábamos tan bien que decidimos que queríamos empezar nuestra vida juntos. Teníamos ganas de tener nuestro propio departamento, de convivir. Yo quería tener marido, y él, esposa. Y fue una buena decisión, porque cada día estamos mejor juntos. El matrimonio nos unió mucho más".

Desde ese momento, adopté su respuesta como propia y la usé cada vez que fue necesaria. La repetí hasta el cansancio, y llegó un punto en el que me la aprendí de memoria. Cada vez que alguien me hizo la pregunta de por qué pasé por el altar a los veintiuno, contesté con esta frase robada.

Decía Joseph Goebbels, quien fue el ministro de propaganda de la Alemania Nazi, que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Sin embargo, creo que esta mentira es la excepción. Al menos por ahora.

lunes, 24 de agosto de 2009

Día 106 - Amén

De: Agus
Para: Fabi
"Mi amor, si podés juntate con Romi que así hablo con las dos y les cuento lo de Martín. Besos"

De: Fabi
Para: Agus
"Estamos acá las dos en el cuarto pintándonos las uñas. Faltás vos. Llamá cuando quieras"

- ¿Hola? - atendió Fabi.
- ¡Holaaaaa! - chillé.
- ¿Cómo estás, mi amor? - preguntó .
- Bien, ¿ustedes? Poneme en altavoz así les cuento todo a las dos juntas.

...

- ¿Y, pequeñas? ¿Qué piensan? - pregunté.
- Y...no sé. Me quedó una sensación rara - dijo Romi.
- ¿En qué sentido? - pregunté.
- No sé como explicarte. Es como que me dejó un poco triste escuchar la historia.
- Sí, es triste. Y yo estuve muy triste. Me corrijo, todavía a veces lo estoy. Pero pienso que hicimos bien.
- Y, sino, el tiempo lo dirá - intervino Fabi.
- ¿Pero qué piensan? ¿Que no se terminó la historia? - pregunté.
- No sé - dijo Romi. - No me queda del todo claro. Terminaron de una manera en la que me parece que quedó la puerta abierta para volver a hablar en algún momento.
- No sé si es eso, o es que quedamos en buenos términos - dije.
- Es obvio que quedó todo bien - agregó Fabi. - Y eso tiene sus cosas buenas y malas, como todo. De repente si hubieran terminado mal vos ya ni estarías triste. Pensarías que es un imbécil y que no vale la pena estar mal por él.
- Sí, es probable - contesté.
- Pero yo te pregunto a vos, Agus, entre nosotras tres. ¿Vos diste la historia por terminada en tu cabeza? ¿O tenés la sensación de que en algún momento van a volver? - preguntó Romi.
- Y...a veces pienso que sí, que en algún momento vamos a volver a estar juntos. Pero supongo que lo quiero pensar porque hace que sea menos dolorosa toda la situación. Es mucho más fácil pensar eso que aceptar que, de verdad, terminó todo.
- Y sí, obvio - acotó Fabi.
- Pero, por otro lado, qué sé yo. Con el vecino está todo bien, y de verdad le quiero dar una oportunidad. Es por eso que estoy haciendo todo lo posible para que las cosas con él funcionen. Estoy poniendo bastante de mi parte. Aunque a veces me cuesta, pero bueno. Trato. Por ejemplo, Teresa me dijo que las llamara a ustedes a contarles toda la historia como manera de darle un cierre.
- Y bueno, lo hiciste. Y es un paso importante porque demuestra que por lo menos tenés la intención de seguir adelante - dijo Romi.
- La tengo. Este fin de semana pasamos mucho tiempo juntos y estuvo todo bien. Él muestra señales de estar comprometido y todo - dije.
- Y bueno, entonces dale para adelante - agregó Fabi. - ¿Y del casamiento pensás decirle algo?
- Por ahora no me parece necesario. ¿Ustedes que dicen?
- Yo no le diría nada - dijo Romi.
- Yo tampoco - dijo Fabi.
- Pienso igual que ustedes. Además, no sé como lo puede tomar - agregué.
- No es algo que todo el mundo vaya a entender. Yo que vos, por ahora esperaría - acotó Fabi.
- Y Rominita piensa lo mismo. Entonces, por unanimidad, queda decidido no hablar con el señor Sebastián.
- Amén - dijo Fabi. Las tres nos reímos.

Las dos piensan que no debo hablar con Sebastián todavía y yo estoy de acuerdo. Y las dos piensan que mi historia con Martín no está del todo cerrada, y yo no sé si estoy de acuerdo. ¿Y ustedes, están de acuerdo?

domingo, 23 de agosto de 2009

Día 105 - I don't wanna jinx it

Durante toda mi vida, cada vez que pensé "que bueno que hace tiempo que no pasa x cosa", a los dos o tres días pasaba x cosa. Por ejemplo, después de dejar la primera vez con Martín pensé "qué bueno que todavía no lo tengo que ver y tengo tiempo de recuperarme hasta que empiecen las clases de nuevo". Y, por esas cosas de la vida, me lo encontré unos días después en la calle Gorlero de Punta del Este. Él nunca veranea ahí, pero justo lo había invitado el hijo de los mejores amigos de sus padres porque tiene casa en el balneario y yo nunca me enteré porque habíamos acordado no hablar por un tiempo. Nos saludamos, me dijo que me extrañaba y me quería mucho, y terminamos dándonos un beso. Al rato llamé a mi tío Marce para que me pasara a buscar y contarle todo. Terminamos comiendo helado en Freddo, mientras yo lloraba a más no poder al grito de "¿Acá me lo tengo que encontrar? ¿Qué mierda le pasa a la vida conmigo? ¿Qué hice para tener tanta mala suerte?"

Lo mismo pasa cada vez que pienso cosas pequeñas e insignificantes, como por ejemplo, "hace mucho que no me sale un grano". Al otro día, inevitablemente voy a tener un visitante colorado en alguna parte de la cara. Posiblemente en un lugar que sea imposible de tapar. Nunca en la frente, donde puede ser cubierto por el flequillo. Siempre, sin excepción, el grano aparecerá en el peor lugar posible.

Y, lo mismo pasa cuando pienso "que bueno que...", a los pocos días eso va a desaparecer sin dejar rastro. Me pasó una vez que un amigo mío, Nicolás, me dijo que yo le gustaba. (Para que se ubiquen cronológicamente, fue cuando Martín recién se había ido a Israel). Habíamos sido amigos durante un año, pero los dos sabíamos que atrás de esa amistad había algo más. Hasta que un día me dijo "Agus, hace tiempo que tenía ganas de decirte algo. Me gustás, y quiero estar con vos". Fue una noche divina, en al cual me abrazó, me dio muchos besos, y me repitió mil veces que hace tiempo se moría de ganas de estar conmigo, pero que nunca se había animado a decírmelo. Cuando llegué a mi casa, pensé "qué bueno, finalmente decidió dar el paso, seguro que funcionamos bárbaro como pareja". Como éramos amigos, que además sentían una atracción el uno por el otro, pensé que teníamos todos los elementos necesarios para tener una buena relación. Para mi sorpresa, fueron pasando los días, y no tuve más noticias de él. Y hasta hoy, sigo sin saber qué fue lo que le pasó.

Es por esto, que no quiero decir en voz alta lo que estoy pensando. Pero les cuento que el viernes Sebastián me arrancó la ropa interior cuando me saqué el trench, ayer fuimos al teatro y pasamos genial. Hoy me preparó el desayuno y pasamos una gran parte del día juntos. Así que no lo digo para no arruinarlo, pero creo que el vecino y yo podemos llegar a estar m*y b**n.

sábado, 22 de agosto de 2009

Día 104 - Roxie and her neighbour

Ayer cuando salí de la ducha todavía seguía un poco amargada por todo lo que había pasado en el trabajo. A modo de terapia, decidí ponerme a cantar por toda la casa. Primero agarré un perfume a modo de micrófono y empecé a cantar los Beatles. Después Aerosmith, y luego se me ocurrió transformarme en Roxie en Chicago.

Me puse ropa interior negra, medias de red con portaligas y tacos altos. Empecé a cantar All that Jazz y Cell block tango, y ahí me acordé de que yo le había contado al vecino de mis musicales improvisados. Y, para empezar a hacer algo con respecto a lo que hablé con Teresa el otro día de mostrar interés, decidí que subir a su departamento y tocarle timbre vestida de esa manera podía llegar a ser divertido.

Arriba de todo eso me puse un trench beige para taparme hasta que llegara a su casa, y subí los tres pisos que nos separan por las escaleras para no encontrarme con ningún vecino. Había sólo un vecino que quería que me viera así, y además una vez le había prometido que en algún momento lo iba a dejar verme con ese atuendo tan peculiar.

Por su reacción cuando el trench quedó tirado en el piso, concluyo que mi idea fue bastante buena. En fin, lo prometido es deuda. Y yo cumplí.

viernes, 21 de agosto de 2009

Día 103 - La teacher

No sé si alguna vez lo dije, pero a mí el trabajo de profesora de inglés no me gusta nada. Empecé el profesorado porque di el último examen de inglés que había y mi profesora me sugirió hacer algún curso para no perder el idioma. Y, después de haber estudiado tantos años me daba un poco de pena dejar, porque es verdad que te vas olvidando de las cosas. Además, por más que yo venga de una familia de clase alta, mi hermano y yo nunca teníamos nada extra, por decirlo de alguna manera. Mis padres nunca nos daban plata para ropa, por ejemplo. Nunca, en toda mi niñez, me llevaron a un shopping a comprarme algo. Incluso si lo precisaba. El uniforme del colegio se me rompía y en vez de comprarme uno nuevo, le mandaban coser rodilleras. Y yo en el colegio me moría de vergüenza. Y ya de más grande, lo que me daban por semana apenas me alcanzaba para llegar a la semana siguiente. Fue por eso que también lo vi como una posibilidad de tener mi plata, trabajando pocas horas mientras avanzaba en la carrera.

Pero ya el primer año que empecé a trabajar me di cuenta de que no me gustaba. Estaba en mi casa, vistiéndome para ir, y ya me pesaba. Y cada vez que llegaba al instituto donde trabajaba, me encontraba con que los alumnos nunca querían hacer nada. Y me daba rabia, porque de repente había perdido una o dos horas de estudio preparando una buena clase para después llegar y encontrarme con que mi esfuerzo había sido en vano.

Y, en un momento me planteé seriamente renunciar, porque me amargaba ir y me parecía que por lo que me pagaban no valía la pena seguir trabajando. Pero, cuando se lo comenté a mis padres, mi madre me dijo "a vos que te gusta la ropa de Zara y darte ciertos lujos, no te conviene renunciar". Y ahí me puse a pensar en lo que había sido mi vida años anteriores. Cuando esperaba mi cumpleaños para que mis tíos me regalaran algo de plata y me compraran ropa, porque el resto del año de verdad que no tenía un peso. Pensé también en que hubo veces que me quedé en mi casa porque no tenía plata para salir, y decidí que no podía seguir así. Entonces decidí que iba a tratar de aguantar un poco más, para poder tener unos míseros pesos a fin de cada mes.

Me lo banqué, hasta que llegó un punto en el que no aguanté más. La directora del instituto llegaba a cualquier extremo con tal de pagarme dos pesos de menos. Me llegó a decir que me descontaba los quince minutos de recreo que tenían los chicos, cuando a fin de cuentas era tiempo que yo estaba en la institución y por lo tanto me lo tenían que pagar.

Y renuncié. Y me sentía tan aliviada. Tenía todas esas horas libres para dedicarme más a la facultad, tenía más tiempo para mirar tele y leer. En fin, estaba más tranquila y eso para mí valía mucho.

Sin embargo, a medida que se fue acercando fin de año, la convivencia con mis padres ya se estaba tornando insoportable. Sobre todo porque yo estaba organizando el viaje a Nueva York, y como ellos me iban a pagar el alojamiento y el curso pensaban que tenían derecho a tomar ellos solos todas las decisiones. Primero no me querían dejar ir a NY porque decían que era peligroso "por los atentados". Después decidieron que dos meses era mucho y que sólo podía ir uno. Luego de eso me dijeron que sólo podía ir si accedía a llamarlos todos los días desde allá. Y, entre irme a Punta del Este con toda la familia o irme a NY sola y llamar todos los días, elegí la segunda opción. El tema fue que me empecé a dar cuenta con eso de que no iba a poder estar mucho tiempo más viviendo con ellos porque nos íbamos a terminar matando.

Cuando volví, mis ganas de irme de mi casa habían aumentado en gran medida, pero mientras no tuviera un ingreso fijo no había nada que pudiera hacer. Fue en ese momento que una de mis teachers del profesorado me mandó un mail preguntándome si me interesaba trabajar en un colegio. Y, sin ganas le dije que sí. A ese mail le siguieron otros, y terminé aceptando varios trabajos para ir ahorrando plata.

Fue por esa época que Martín y yo nos empezamos a ver de nuevo, y a medida que nos acercábamos a fin de año, la idea del casamiento ya iba tomando forma. El trabajo de profesora nuevamente me tenía podrida, pero sabía que si quería alcanzar el objetivo de irme iba a tener que seguir trabajando para poder mantenerme una vez que tuviera el departamento.

Y aguanté todo el año pasado, y este año me ofrecieron renovar el contrato en todos los lados donde trabajé. Y terminé diciendo que sí, porque sabía que no tenía opción. Pero en días como hoy, en los que la coordinadora de uno de los colegios me entró a inspeccionar la clase por tercera vez en el año, después de pasar una semana entera en la que el 90% de mis alumnos se negó a trabajar culpando al cansancio y sintiendo que todo lo que me esfuerzo a fin de cuentas no da ningún fruto, siento unas ganas irrefrenables de mandar todo a la mierda.

Pero, el problema es que ya no trabajo para comprar pavadas. Ahora de verdad necesito la plata para pagar las cuentas y la comida. Y hoy, pienso que si siguiera en casa vieja me podría dar el lujo de renunciar. No podría comprar ropa, pero tendría asegurada la cena todos los días y todas las comodidades de vivir en la casa de papá y mamá.

jueves, 20 de agosto de 2009

Día 102 - At Tere's

- ... entonces la otra vez me dijo "te quiero", y yo no sé si lo quiero, ¿entendés?
- ¿Y qué hiciste cuando te lo dijo? - preguntó Teresa, mi terapeuta.
- Le dije que yo también, pero porque no quería quedarme callada. Aparte me pareció que era lo correcto, pero no sé si es lo que siento.
- ¿Y qué es lo que sentís?
- Y... a mí me gusta estar con mi vecinito, la paso bárbaro. Me parece un pibe divino y todo, pero no sé.
- ¿No sabés o no querés saber?
- ¿Qué quiere decir eso?
- Que es un chico que parecería tener todo para gustarte, te trata bien, te dice que te quiere y todo y vos no querés avanzar. ¿Por qué te parece que estás en esta actitud de que no sabés que hacer?
- Por Martín, supongo.
- A eso iba.
- Es que yo sé que no es para mí, porque creo que de alguna manera extraña las cosas pasan por una razón y si nunca estuvimos en la misma página es por algo. Pero se ve que hay otra parte de mí que no acepta que las cosas terminaron del todo porque todavía no llamé a Fabi y a Romi a contarles.
- Deberías hacerlo, entonces.
- Sí, ya sé. Aparte que al final terminé siendo yo la que dijo que era mejor dejar de una vez. Entonces no sé porque no acepto que todo terminó entre él y yo.
- ¿Puede ser que el casamiento tenga algo que ver?
- Sí, puede ser. Nosotros quedamos en buenos términos, y si alguna vez tiene que actuar de nuevo como mi marido, supongo que lo va a hacer sin problema. Capaz que por pensar en eso no puedo aceptar que no nos vamos a volver a ver, porque es probable que en algún momento lo hagamos.
- ¿Y no será también que sentís un poco de culpa?
- Mmm, ¿en qué sentido?
- Yo creo que pensás que le debés algo por todo lo que hizo por vos.
- Puede ser. Y no sólo es culpa, sino que en el fondo de mí supongo que alguien que hace algo tan grande por otra persona es porque la quiere en serio.
- Y es obvio que él te quiere. Pero a veces eso no alcanza.

Yo nunca lloro en frente de gente. Nunca. Ni siquiera en frente de Teresa, pero en ese momento no pude contener las lágrimas.

- Ya sé que no. Y por eso creo que estuvimos bien en dejar. Pero igual, no me puedo comprometer con Sebastián. Ayer vino a casa y ya me dijo de ir al teatro este fin de semana. La semana pasada fuimos al cine, y la otra me llevó al cumpleaños de su mejor amigo. Y yo no pienso en esas cosas, ¿entendés? Obvio que a Fabi y a Romi no las va a poder conocer todavía, pero qué se yo. Si yo estuviera enganchada con él supongo que a mi amiga Paula se lo presentaría, o las chicas de la facu. Pero no me sale.
- Y bueno, lo que tenés que pensar es por qué no te querés comprometer.
- Porque tengo miedo. Pienso que las cosas van a volver a salir mal, y no sé, no quiero sufrir de nuevo.
- Bueno, pero Sebastián y Martín son dos personas diferentes. Y la verdad es que Sebastián parecería estar dispuesto a tener una linda relación contigo. Pero tenés que dejarlo entrar.
- Ya sé, pero me cuesta.
- Yo sé que sí. Yo sé que es difícil, y sé por todo lo que pasaste. Te entiendo. Pero igual creo que a veces uno tiene que arriesgarse.
- ¿Y si sale todo mal después?
- ¿Igual no sería mejor que ni probar?
- Supongo que sí...
- Y bueno. Demostrale entonces que estás en la relación tanto como él. Porque debe percibir que no estás disponible, por decirlo de alguna manera.
- Sí, ya me habló de eso.
- Y bueno, son actitudes que tenés que cambiar. Y eso implica aceptar en tu cabeza que todo terminó con Martín.
- Sí, ese es el primer paso.

Me fui de lo de Teresa llorando, y lloré todo el camino a casa mientras manejaba. Estaba mal, pero decidí que tenía que hacerme la idea de que todo terminó con mi marido. Cuando llegué a casa ya eran las siete y cuarto, o sea que era la una y cuarto de la mañana en Israel. A Fabi y a Romi les contaría otro día, entonces.

Decidí llamar a mi amiga Paula, a quien no tuve oportunidad de nombrar hasta ahora porque nos vemos bastante poco. Ella trabaja mucho y yo también, y sin embargo es de esas personas que siempre van a estar para escucharte y darte consejos. A la media hora ya estaba en casa, comiendo helado conmigo y escuchando toda la historia. Y la verdad es que me dolió contarla, porque hacer catarsis siempre es doloroso, ya que implica exteriorizar todo lo que tenemos "guardado". Pero lo hice, y aunque lloré muchísimo, siento que fue un paso importante para darle un cierre a la historia de Martín.
Y cerrar la historia con Martín implica darle una oportunidad de verdad al vecino. Ya no a medias, estando con él y pensando en Martín, sino estar al cien por ciento en la relación.

Y darle una oportunidad de verdad a Sebastián también es darme una oportunidad a mí misma. La de ser feliz.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Día 101 - Tough choice

La semana pasada, cuando escribí el post sobre cómo le conté lo del casamiento a Valentina, muchos de ustedes me dijeron que tuviera cuidado con ella. Y yo no lo había pensado, pero es verdad. Si está así de enojada conmigo, hay una chance de que pueda contar la verdad. Yo no creo que lo vaya a hacer, porque no gana nada con eso, pero también sé que de cierta manera enfermiza a ella le gusta que yo esté mal. ¿Y qué mejor manera de lograrlo que contarle a todo mi familia que mi casamiento fue ficticio? Ninguna. Que se enteraran para mí sería lo peor.

Por otro lado, arreglar las cosas con ella ya me amarga un poco. Me la imagino sentada en mi sofá, descalza y con los pies arriba de la mesita y se me revuelve el estómago. Pienso en que me coma todo lo que hay en la heladera (leche y pan de tostadas, pero igual, es lo único que tengo), y ya siento una molestia importante. Ni que hablar de que me toque timbre un sábado a las nueve de la mañana "para ver en que ando" porque ahí sí que le pego un tiro en la sien.

Entonces, tengo dos opciones. O dejo que las cosas sigan así y rezo porque no diga la verdad, o arreglo todo y me aseguro que mantenga la boca bien cerrada. El tema es que en este último caso vuelvo al párrafo anterior, lo cual no me convence para nada.

Ojalá hubiera un punto medio, pero no lo logro encontrar. Ya sé, estoy pidiendo mucho, pero ninguna de las opciones anteriores me cierra del todo. ¿Debería priorizar lo que me hace bien a mí, que es no verla, con el posible costo de que hable? ¿O, por el contrario, debería dejarme de joder y hacer lo que es mejor para mi plan, a costa de mi bienestar y salud mental?

martes, 18 de agosto de 2009

Día 100 - Cien días de soledad

En esta centena de días que transcurrieron desde el día que me mudé a este departamento, debo decir que mi vida estuvo caracterizada principalmente por un elemento: la soledad. Más allá de que estuve con Martín, con el vecino, e incluso con los dos en un momento, la realidad es que estuve siempre sola. A mi marido lo veía sólo los viernes o sábados de noche, y a mi vecino también. Lo de vernos entre semana es bastante reciente, y además, es por dos o tres horas. El resto del tiempo, I'm all by myself.

Cuando vivía en casa vieja, era todo lo contrario. Nunca, pero nunca, estaba sola. María trabajaba de lunes a sábado, y los fines de semana siempre estaban mis padres y mi hermano. Obvio que salían, pero nunca tenía oportunidad de quedarme completamente sola y eso me amargaba. Me veía a mí misma feliz de la vida, cuando estuviera en mi departamento una vez que todo hubiera terminado. Me imaginaba caminando en bombacha y cantando a todo volumen. Pensaba en como sería que Martín pudiera tocarme timbre, en vez de mandarme un mensaje de texto para que yo le abriera en total silencio y así meternos en mi cuarto mientras todos dormían. Sonreía sólo de pensar en como iba a ser poder estar tranquila con él, sin preocuparme de que de repente mis padres abrieran la puerta y nos encontraran haciendo algo que desaprobaban completamente.

Además, en el último tiempo, la relación con mis padres había ido empeorando hasta el punto de que el clima en mi casa era de tensión total. Estábamos todos en el mismo departamento y, sin embargo, era como si cada uno viviera en su mundo. Después de la cena mis padres se encerraban en su cuarto, mi hermano en el suyo, y yo en el mío. Cuando nos cruzábamos en los pasillos, ni siquiera nos hablábamos. Mis padres entre ellos sí se hablaban, y yo con mi hermano, pero no había más interacción que esa.

Y de todo eso, debo decir que no extraño nada salvo las charlas con mi hermano. Las charlas, y también el hecho de tenerlo cerca. El mandarle un mensaje de texto para ver si quería bajar a la estación de servicio a comprar comida aunque fuera la una de la mañana. El contarnos sobre nuestras salidas de la noche anterior los domingos a la mañana. El hecho de saber que siempre podía contar con él, para todo.

Ahora me pasa que me levanto, y no tengo con quien desayunar. Llega el mediodía, y la mesa tiene un plato solo. A la tarde, salvo contadas excepciones, mi única compañía son dos tostadas y un café. Y a la noche, muchas veces directamente como tirada en el colchón, mirando alguna serie. Supongo que para sentir un poco menos la soledad.

Hay veces que llego del trabajo y me gustaría tener a quien contarle que la mayoría de mis jefas son imbéciles. Alguien que me escuchara sin aconsejarme, y que se limitara a decirme "hoy cocino yo". Alguien que estuviera cerca, simplemente eso.

Viéndolo desde otro ángulo, nada se compara con levantarme y no tener que ver la cara de orto magistral de mi madre. El hecho de poder estar tranquila, y que no haya nadie que me acribille a preguntas estúpidas cuando ni siquiera sé ni cómo me llamo porque mi cerebro todavía no se dio cuenta de que me desperté. De la misma manera, amo con todo mi ser la libertad que me da estar sola. Hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero, porque esta es mi casa y las reglas las pongo yo.

Y cada vez que puedo poner música fuerte porque no molesto a nadie, o puedo pedirme pizza para comer sin que mi madre me diga que es una locura porque las mujeres de la familia "tenemos tendencia a engordar" sé que hice lo correcto. Tuvo un costo importante, pero logré lo que quería. Ahora vivo sola. Y, más importante, vivo bien.

lunes, 17 de agosto de 2009

Día 99 - ¡Surprise! (II)

¿Y éste qué hace acá?

- Che, Seba, ese que está ahí saludando es mi hermano - dije, y lo señalé con el dedo.
- ¡Qué casualidad! Y qué bueno, porque siempre que me hablás de él me dan ganas de conocerlo. Parece que finalmente voy a poder.
- Sí, qué bueno - dije muy bien sin saber si era bueno o no. - No sé qué hace acá, la verdad.
- Yo tampoco, pero vamos a preguntarle - dijo Seba. Nos acercamos a él, y los presenté.
- Fabián, Sebastián. Sebastián, Fabián - dije, y se dieron la mano.
- ¿Qué hacés acá, gordo? - pregunté, intentando obtener una explicación de su presencia ahí.
- Supuestamente me iba a encontrar con una mina acá, pero parece que me dejó plantado.
- ¿A qué hora se iban a encontrar? - preguntó Seba.
- Como a las doce - contestó Fabián. - Y ya son más de doce y media y ni apareció.
- Uh, bueno, ella se lo pierde. Pero...ya que estás acá, ¿no querés venir a comer con nosotros? - preguntó Seba.
- No, no los quiero molestar - dijo mi hermanito. Pero yo sabía perfectamente cuál era su idea.
- Dale, gordo, no jodas. Vení con nosotros - agregué.
- No, no, en serio. Ustedes iban a salir juntos como una parejita, y no les quiero cagar la noche. Vayan ustedes, en serio - contestó.
- Fabián, por favor, vení con nosotros. Agustina me habla mucho de vos y me gustaría que comieras con nosotros. ¡Ya de paso me contás de la vez que hicieron pizza juntos y les quedó cruda y quemada a la vez!
- Jajaja, ¿cómo podría olvidarme de eso? - preguntó mi hermano. - Yo por mí te lo cuento, ¿pero están seguros de que no quieren comer ustedes dos solos?
- Sí - dijo Seba. - Vení con nosotros. ¿A dónde podemos ir?
- Ni idea. ¿Qué sugerís, gordo? -pregunté.
- Mmm, no sé. ¿Seba, a vos te gusta Burger King?
- Eh...sí, sí. Vamos para ahí.

Fuimos para Burger King los tres. Yo me senté en la mesa con Seba y Fabián se ofreció a hacer la cola él. Nos preguntó qué queríamos, y dijo que él invitaba. Seba le dijo que de ninguna manera, que invitaba él. Yo dije que por qué no pagaba cada uno lo suyo, y todos accedieron que iba a ser la mejor opción. Le encargué a mi hermano la Stacker doble, y Seba la triple. Fabián fue a hacer la fila, y yo me excusé con Seba diciendo que me iba a lavar las manos y que ya volvía.Lo que quería en realidad era acercarme a Fabián.
- ¿Qué es esto, pendejo?
- Decime que me amás, gorda. Decímelo.
- Jajajaja, te amo. ¿Por qué es que te amo?
- Porque te traje al único lugar al que no te va a ver ningún miembro de la familia. Y con una muy buena excusa. El pobre Seba debe pensar que tengo el corazón roto y necesito compañía.
- Fue una muy buena excusa, lo debo reconocer.
- Sí, y aparte lo hice por un tema de hermano sobreprotector. Quiero saber quién está con mi hermanita, y me pareció la oportunidad perfecta.
- ¡Qué buen plan! Salimos todos ganando. ¿Qué tal te cayó por ahora?
- Re bien. ¿Viste que en seguida que dije lo de la mina me invitó a comer con ustedes? Se nota que es buen tipo.
- Sí, es verdad. Bueno, voy a lavarme las manos y vuelvo a la mesa.
- Dale, gorda.

Fui al baño, volví a la mesa y Fabián ya había vuelto con las cosas. Él y mi vecinito estaban charlando muy animadamente cuando me acerqué. Y así terminó mi noche del sábado, cenando hamburguesas con mi hermano y mi vecino y sin que nadie me viera.

Un plan perfecto el de Fabián.

domingo, 16 de agosto de 2009

Día 98 - ¡Surprise ! (I)

- Hola? - atendió mi hermano.
- Gordo, soy yo. ¿Qué hacés? - pregunté.
- ¡Gorda cerda! Nada...recién vuelvo del gimnasio. ¿Vos?
- Me iba a vestir. Hoy salgo por primera vez con el vecino y por eso te llamaba.
- ¿Para qué? ¿Así salimos los tres?
- Jajaja, no, tarado. El tema es que tengo miedo de encontrarme con alguien. ¿Mamá y papá van a salir hoy?
- Sí, parece que salen a cenar con Mónica y Ernesto.
- ¡Mierda! ¿Dijeron a dónde van?
- No, sólo dijeron eso. ¿Vos a dónde pensabas ir con él?
- No sé...quedamos que íbamos al cine y después a cenar. Si ellos no van al cine, ahí estoy tranquila, pero después no sé que onda.
- Es que tenés que tener cuidado, es muy pronto para que salgas con este pibe en público. Te podés llegar a encontrar con mamá y papá, con cualquier amigo de ellos, con la abuela y el novio, con el tío Daniel o cualquiera de sus hijos. En fin, cualquier persona de la familia, o amigos de la familia que te vean con él ya quedás expuesta.
- Ya sé todo eso, gordo. Pero también puede empezar a sospechar de que pasa algo. Hace casi tres meses que estoy saliendo con él y nunca salimos a ningún lado. Es medio sospechoso.
- Bueno, pero igual. Te tendrías que preocupar más porque no te viera nadie que por estar bien con este pibe.
- Bueno, pero ahora ya está. ¿Qué decís que haga, entonces?
- Andá al cine, que de última no te ve nadie porque está oscuro, jajaja. Y después tratá de ir a algún lugar alejado. Pero igual, es arriesgado, qué sé yo.
- Bueno, voy al cine y después veo que hago.
- Me parece lo mejor. ¿A qué cine van?
- A xxx.
- Bueno, si mamá y papá llegan a decir algo como que van para ese lado, yo trato de inventar algo para convencerlos de que no vayan.
- Dale, thanks.
- ¿A qué hora van?
- Vamos a agarrar Enemigos Públicos a las diez y media, por ahí.
- Bueno, andá tranquila al cine y después ves. No va a pasar nada, gorda.
- Ojalá. Bueno, gordo, te dejo que se me hace tarde. ¡Thanks!
- Besos, gorda cerda. Te extraño.
- Yo también, beso - dije. Y corté.

Me bañé, me vestí, y el vecinito me tocó timbre para avisarme que estaba listo. Bajamos a buscar mi auto, y nos fuimos al cine. Entramos sin ver a nadie conocido. So far, so good.

Cuando salimos, Seba me preguntó a dónde quería ir a comer. Estuve unos instantes pensando, pero no se me ocurría a donde podíamos ir. Pensaba que si elegía mal, me iba a terminar encontrando con alguna de todas las personas que me había nombrado mi hermano un rato antes.

Estuve ida por unos segundos, completamente absorta en mis pensamientos, hasta que los mismos fueron interrumpidos por la aparición de una figura familiar.

sábado, 15 de agosto de 2009

Día 97 - A series of unfortunate events

Enero del 2008. Cierta señorita que ustedes conocen espera con sus dos valijas al shuttle que la viene a buscar para ir al aeropuerto JFK en Nueva York para volver a casa. Se suponía que esta combi llegaría a las 13.30, son las 14 y todavía no hay señal de la misma. La chica se preocupa.

Sus padres le mandan un mensaje de texto al celular preguntando como anda todo, y ella contesta que la camioneta todavía no llegó. Sus padres le dicen que llame a quejarse o que tome un taxi con tal de no perder el avión. Llama a quejarse y nadie le contesta. Siendo las 14.15, decide llamar un taxi. Justo cuando va a entrar al hotel a pedir que le llamen uno para no cargar con las dos valijas dos cuadras hasta la calle Broadway, ve que llega el airport shuttle y respira aliviada. Le manda un mensaje de texto a sus padres diciéndoles que la combi llegó justito.

El shuttle es barato porque lleva a mucha gente y la chica lo sabe, pero nunca pensó que iba a dar tantas vueltas. Pasa por un hotel, recoge a una pareja, pasa por otros dos y se suben unos cuantos pasajeros más. La combi sigue su recorrido y para en otro hotel. Una mujer que está adentro dice que tiene que bajar a usar el baño del hotel. "I'm a nervous flyer", dice. La chica se imagina que esto significa que la mujer va a estar mucho rato en el baño y se preocupa. No se equivoca. La nervous flyer demora veinte minutos adentro del baño, luego pide disculpas y sube a la combi de nuevo, la cual ahora se dirige al aeropuerto. Los padres de la chica le preguntan si ya arribó a JFK, y contesta que todavía no, pero que cree que está cerca. En verdad no tiene idea, pero no quiere preocuparlos más.

Llega al aeropuerto nerviosísima y con sólo dos horas para hacer todos los trámites, cuando el tiempo exigido mínimo son tres horas. Despacha su equipaje, pasa por el pre-embarque y espera tranquila disfrutando sus últimos minutos en la ciudad. Compra un sandwich, y mientras lo come recibe un mensaje de texto de sus padres, preocupadísimos y preguntando si todo está bien. Contesta que sí, que embarca en veinte minutos. Pasa por una tienda, compra Chips Ahoy (las Pepitos de allá) y una revista Cosmopolitan. Minutos después sube al avión que la llevará hasta Miami.

Ya cuando piensa que falta poco para aterrizar, nota que el trayecto está demorando más de lo que debería y se preocupa porque tiene el tiempo mínimo requerido entre los dos vuelos. Tiene miedo de perder el vuelo que la llevará a casa y de tener que quedarse en el aeropuerto de Miami hasta que salga el próximo.

Cuando el avión aterriza piden por los parlantes que dejen pasar primero a los que tienen conexiones dentro de poco tiempo. La chica se para, baja su equipaje de mano y trata de que la dejen pasar al grito desesperado de "Excuse me, my flight leaves in an hour. Excuse me. Thank you. Excuse me, my flight leaves really soon. Thank you. I have a tight connection, excuse me please". A pesar de sus esfuerzos la gente no colabora mucho (supuestamente todos tienen conexiones dentro de poco tiempo entonces empiezan a empujar). La chica no se da por vencida y sigue repitiendo las frases anteriores hasta que la dejan bajar.

Cuando sale le preguntan "Destination?", contesta "Buenos Aires", y la azafata le dice "Gate E 25". La chica empieza a correr con todas sus fuerzas cuando la azafata le dice que es bastante lejos de donde están. En los hombros lleva colgado su bolso de Los Beatles, en una mano tiene la bolsa con la revista y las galletitas, y con la otra llega el carrito. Corre lo más rápido que puede, y le parece que no va a llegar nunca. En una de las pantallas ve que su vuelo está embarcando. Corre todavía más rápido, como puede con todo lo que lleva encima.

Recibe un mensaje de sus padres preguntándoles como anda todo. Les contesta que el vuelo demoró pero que está corriendo hasta la puerta de embarque, que les avisa cuando llegue. Los padres le contestan que se apure y que haga todo lo posible por no perder la conexión. La chica se pone todavía más nerviosa y sigue corriendo.

Es la última en llegar, y embarca a último minuto. La que le pide el Boarding pass le dice "You almost missed it", es decir, "casi que no llegás". Desde el avión le manda un mensaje a sus padres contándoles que llegó. A último minuto, pero llegó.

Se despierta, desayuna, y ve que falta sólo una hora para llegar. No quiere volver, pero a la vez extraña un poco a sus amigas y a su papá. A su madre no la quiere ni ver, porque desde Buenos Aires le hizo la vida imposible durante el viaje llamándola a cualquier hora y obligándola a llamar para allá todos los días. También en el medio se enojó cuando la señorita le dijo que no era necesario hablar todos los días, y la madre no le habló por una semana. Cada vez que la chica llamaba, su papá le decía que su madre se estaba bañando.

Llegó a su ciudad, hizo los trámites correspondientes y vio a sus padres esperándola. Su padre le dijo "Te extrañé mi amor". Su madre, en cambio, la recorrió con la mirada y pronunció "Tanto Burger King y Subway te hizo mal. ¿Cuándo llamamos a la nutricionista?".

La chica, en ese momento, pensó que tantos nervios y tantos inconvenientes habían sido completamente innecesarios. Y supo, con absoluta certeza, que haber vuelto a casa había sido un gravísimo error.

viernes, 14 de agosto de 2009

Día 96 - Sexy outfit

Como todavía no caigo en que la ropa no se lava sola, y que lo que usé el martes para ir al gimnasio no iba a aparecer limpio y doblado adentro del ropero, noté con fastidio que todo estaba sucio cuando me dispuse a vestirme ayer para ir a aero-box. Como consecuencia, tuve que armar un atuendo vergonzoso para ir. El top negro estaba transpirado, y como no quería usar uno de mis corpiños lindos, me puse la parte de arriba de un bikini verde. La calza gris, por su parte, fue reemplazada por una babucha negra que de cómoda para hacer deporte no tiene nada. Y cuando tuve que sustituir a mi adorada, pero viejísima remera Reebok, me dio pena usar la de I love NY. Me valió sólo tres dólares, pero tiene un gran valor sentimental para mí y no la quería usar para el gimnasio. Después de mucho buscar alguna otra remera vieja, pero sin éxito, decidí hacer algo que de sólo tipearlo me da vergüenza.

Señoras y señores, me puse una remera de piyama. Y no una que más o menos escondiera su naturaleza. Una remera celeste, con dibujitos de pingüinos que se abrazan y sonríen.

jueves, 13 de agosto de 2009

Día 95 - Dinner and a movie

Ayer tocó timbre Seba para que tomáramos el cafecito de la tarde juntos, comiendo cosas ricas y hablando de pavadas. Estuvo todo divino durante un rato, hasta que surgió el problema. Mi vecinito mencionó que según él, deberíamos hacer algo diferente, como ir al cine o al teatro, porque siempre nos quedamos en su casa o en la mía. Ya me lo había dicho antes, pero yo había puesto como excusas el frío y la comodidad, alegando que las noches de invierno se prestaban para comer adentro y quedarse mirando una película. Esto es verdad, por supuesto. Pero también es verdad que lo puse como excusa, porque tengo miedo de salir con él y justo encontrarme con alguien.

Ya pensé que si alguien me ve, no hay nada que me pueda salvar. ¿Qué puedo estar haciendo, un sábado de noche, en el cine con alguien que no es marido? ¿Por qué iría al teatro, por ejemplo, con otra persona? ¿Qué podría inventar sobre Martín? ¿Que se quedó durmiendo porque estaba cansado? ¿Y si mi esposo estuviera cansado, yo saldría con un compañero de facultad o un amigo y lo dejaría a él en casa? La verdad es que suena bastante inverosímil y da lugar a sospechas.

Pero ayer, después de mucho insistirme, tuve que decir que sí. No lo pude estirar más. Es verdad que hace frío, pero estuve mirando los números de los posts, y yo lo conocí a él el día dieciséis. ¡Y hoy es el día noventa y cinco! Ya no es creíble que no salgamos por el frío. Si le decía que no, inevitablemente iba a empezar a sospechar que había alguna otra razón por la cual no quería estar en lugares públicos con él.

Así que on saturday night vamos al cine, y capaz que también a comer. Los que sean religiosos, recen porque no me encuentre con nadie conocido. Y los que no, crucen los dedos. Pero cada uno haga algo, porque necesito toda la ayuda posible para mantener a todos mis familiares alejados de mí el próximo sábado a la noche.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Día 94 - I'm a rebel, yeah

Como los que me leen hace tiempo saben, no estoy comiendo exactamente de manera saludable. O, por lo menos, no estoy comiendo cosas como frutas y verduras. Por el contrario, subsisto a base de alimentos congelados y delivery, lo cual no es bueno para mi figura.

Ayer, después de muchísimo tiempo, decidí volver al gimnasio. Durante toda mi vida, me lo pagó mi abuela por medio de débito automático, así que asumí que a menos que se haya acordado de cancelarlo, seguramente lo siguiera pagando. Entonces,se me ocurrió la la idea de tantear si la cuota seguía al día, y sino, me hacía la boluda y no volvía más.

Desempolvé mi calza gris, el top negro, y una de las remeras viejas que siempre uso en estas ocasiones. Entré a la página del club a ver que había a las 19.30 y encontré dos opciones: localizada y aero-box. Como hace tres meses que no hacía nada, y aero-box tenía pinta de ser muy fuerte, opté por ir a la clase de localizada.

Llegué, y por suerte no me encontré con ninguna dificultad porque, como supuse, la cuota estaba al día. Subí y vi a todos los personajes característicos de estas clases: la que no hace nada, la que va a charlar con la amiga, la que se piensa que es la mejor amiga de la profesora, la que no coordina una, y la fan del deporte. Yo soy una mezcla entre la que no coordina una y la que no hace nada. La primera es por mi naturaleza torpe, y la segunda porque odio el deporte con todo mi ser. Igual, me decidí a dejar todos estos pensamientos de lado, y me enfoqué en el hecho de que si sigo comiendo así voy a terminar muriendo de obesidad mórbida.

Traté de poner mi mejor cara, la mayor disposición posible para hacer los ejercicios, y el mayor esfuerzo que mi cuerpo pudiera para completar la clase de una manera que no diera pena.

La primer parte fue aeróbica, y la llevé bien. Supongo que le debo agradecer a Martín y a Sebatián por esto. Pero después vino lo más odioso de todo: las sentadillas. Empezamos, en un tiempo. Después subo en un tiempo, bajo en tres. Luego cortitas abajo. Después, la profesora volvió a pedirnos que bajáramos en un tiempo. Y, en un momento, gritó con euforia:
"Te quedan cuatro, disfrutalas!"

En ese instante lo decidí. No puedo ir a una clase dictada por semejante pelotuda. Nadie en su sano juicio puede pensar que es disfrutable hacer sentadillas. Esta mina es, inevitablemente, una imbécil.

Y yo, no vuelvo a pisar su clase. A modo de rebelión, el jueves voy a aero-box.

martes, 11 de agosto de 2009

Día 93 - Flashback: Desperate times...

- Vos estás mal de la cabeza, Agustina - dijo Valentina, después de que yo le contara mi brillante plan.
- Es eso o pegarme un tiro. Decime vos - contesté.
- No, pero más allá de que no tengas otra opción. Estás loca.
- No estoy loca, estoy desesperada. Es diferente. Y como dicen, desperate times, desperate measures.
- Igual, es algo totalmente descabellado. ¡No puedo entender como Martín aceptó!
- Y porque no es tan grave, después de unos meses todo va a haber terminado. Aparte le regalé un pasaje para que se vaya a ver a Nacho.
- ¡¿Qué?!
- Sí, algo le tenía que dar.
- Ya veo. Como la plata no la ganaste vos...
- No voy a discutir temas de plata. Hice lo que tenía que hacer.
- Ok, le regalaste el pasaje, él aceptó casarse con vos. ¿Y qué pasa si alguien de tu familia se entera de lo que hiciste?
- No hay manera de que se enteren. Vamos a pretender que está todo bien, y después de un año supongo que ya no voy a ver a nadie de mi familia. Y ya no voy a tener nada que esconder.
- No seas tonta. ¿Pensás que no los vas a ver más?
- Por supuesto. Una vez cada tanto, puede ser. Pero mi relación actual con ellos no se va a mantener por mucho tiempo. Después que me mude, cuando ya no me obliguen más a comer con mi abuela, ni la voy a ver.
- A ella, pero a tus padres me imagino que sí.
- No sé, la verdad. Supongo que en los cumpleaños, o algún domingo cada tanto. Pero cuanto más lejos tenga a mi madre, mejor.
- ¿Y cuando los veas que vas a hacer?
- Y...el primer tiempo Martín va a venir como si estuviéramos bárbaro. Pero va a vivir con sus padres, por supuesto. Y yo, en mi departamento nuevo. Voy a ser tan feliz.
- No te creas, eh. Vas a tener que hacer todo vos, y no sos exactamente una ama de casa...
- No, pero todo se aprende.
- Pero sos un desastre cocinando.
- Todos lo sabemos. Qué sé yo, bajaré recetas de internet o algo.
- ¿Y el resto?
- No importa el resto. Me voy a arreglar como pueda. De cualquier manera voy a estar cien veces mejor que en mi casa.
- Bueno, ponele que te arreglás. Pero imaginate que te descubren, ¿qué hacés?
- ¡No tienen manera de descubrirme!
- Tienen, sí. Tu plan hace agua por todos lados.
- A ver, contame como es eso.
- Imaginate que van un día de sorpresa y Martín no está.
- Digo que salió y lo llamo para que venga.
- ¿Y si te piden que lo lleves a una cena?
- Va a ir, Valentina, ya está hablado. El plan es genial. Y cierra por todos lados.
- Igual, aunque cierre, está mal. Lo que vas a hacer está muy mal. Mentirle así a todo el mundo. ¡Mentirle a tu abuelo!
- Y bueno, todo tiene su costo. Igual él sabe que me llevo mal con mi madre y que voy a estar mejor en otro lado, ya me lo dijo.
- Sí, pero piensa que te conseguiste un "buen muchacho", como dice él y no es verdad.
- No, no lo es. O sí. Martín va a estar cerca, en el sentido de que no voy a estar sola. Eso es lo que le preocupa a él, que esté sola. Y no lo voy a estar.
- Sí, vas a estar sola todos los días menos el sábado de noche cuando vaya a coger. Si es lo único que quiere con vos...
- Te pido que no te metas en nuestra relación. Me está haciendo un favor enorme y eso es todo lo que importa.
- Bueno, pero sigo pensando que sos una mentirosa.
- Pensá lo que quieras.
- Y vas a ver que no te va a salir todo tan bien como vos pensás.
- Eso está por verse.

lunes, 10 de agosto de 2009

Día 92 - Familia de machos (continuación)

Por suerte, mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando volvió Seba, quien me llevó de vuelta con sus amigos hombres. Respiré aliviada.

El hecho de que me lleve tan bien con los hombres radica en que la mayor parte de mi familia está compuesta por entes del sexo masculino. A mi abuela paterna prácticamente no la conocí, porque tenía algún tema psiquiátrico, del cual nunca me hablaron. Solo sé que estuvo muchísimo tiempo internada, pero mi papá nunca me contó que era lo que tenía y tampoco quise preguntar. Supongo que debe ser doloroso para él hablar de eso.

Mi padre tiene tres hermanos: Julio, Mauricio y Gabriel. Julio es el único de los tres que tuvo un hijo. Hace 18 años, nació mi primo David. Al poco tiempo, se separó de su esposa, Alicia, a quien mi abuelo odia porque dejó de trabajar el día que se casó con mi tío.

Hay una foto, en la casa de mi abuelo de Punta del Este, en la que estamos mi abuelo y yo sentados en la mesa del patio. A nuestra derecha, está mi primo David y a nuestra izquierda, mi hermano. Parados atrás nuestro están mis tres tíos y mi papá. La única mujer en la foto es, por lo tanto, su humilde servidora.

Del otro lado de la familia, están mi tío Marcelo y mi tía Déborah. Con Marce me llevo bien, pero como les conté, mi madre y mi tía no se hablan hace más de diez años, por lo cual es como si no existiera para mí porque nunca la veo. A las cenas familiares que va una, falta la otra. No se pueden ni se quieren ver. Y, como consecuencia, yo tampoco la veo.

Como ven, mis parientes son, en su gran mayoría, hombres. Y las mujeres que hay -mi madre y mi abuela- no son exactamente mis personas preferidas. "Familia de machos" dijo una vez mi hermano, mirando la foto que mencioné antes.

En el taxi de la vuelta, Seba me dijo que le había caído bien a sus amigos. Prueba superada, pensé. Y agradecí, por primera vez en mi vida, ser parte de una familia tan peculiar.

domingo, 9 de agosto de 2009

Día 91 - Happy birthday to you

Seba me tocó timbre temprano, como a los nueve y media, para estar un rato juntos antes de ir al cumple. Pedimos pasta, la comimos, charlamos, cogimos, nos bañamos juntos y nos vestimos.
Como no sabía que ponerme, opté por lo más clásico. Jean, remera linda y chatitas. Seba aprobó mi conjunto, y me dijo que estaba linda.

Fuimos en taxi porque me dijo que quería tomar algo, le ofrecí ir en mi auto pero me dijo que no me preocupara. Mejor, a veces me da terrible fiaca manejar, sobre todo cuando es bastante lejos. Y se ve que era lejos, pero estuve tan concentrada en mis propios pensamientos durante todo el trayecto que ni me di cuenta. Estaba muy ocupada pensando en cómo actuar con los amigos, qué decir, etc.

Después de más o menos veinte minutos llegamos. Yo estaba nerviosísima. Entramos y llamamos al ascensor. Nos dimos besos mientras ibamos subiendo. Cuando paró en el décimo, me acomodé el pelo y chequeé mi maquillaje. Todo estaba en orden.

Me abrazó después de tocar timbre, lo cual vi como una buena señal, porque Fede nos vio así cuando abrió. Era lindo. Tenía el pelo castaño y los ojos marrones, igual que Seba.
Se abrazaron, mi vecinito le deseó feliz cumple y después me presentó. Yo sabía que este era un momento crucial, pero también sabía que los hombres ya son conscientes de esto, entonces le restan importancia. En vez de decir "mi novia" o lo que sea, te presentan por el nombre.
- Agus, Fede. Fede, Agus - dijo, mientras hacía los gestos correspondientes.
- Hola, Fede. Mucho gusto y feliz cumple - dije, y lo saludé con un beso en el cachete.

En seguida que entramos ya me sentí fuera de lugar. Era como si todas las chicas se hubieran complotado para vestirse igual, y dejar claro que yo era la diferente. A mi derecha, había un grupo de cuatro chicas, de las cuales tres tenían vestido con medias opacas y una short negro con medias opacas. A mi izquierda, un grupo de tres chicas. Una tenía una mini de jean con leggings y botas negras de caña alta. Otra vestido con medias negras y otra short.
¿Qué onda? ¿Nadie usa jean? ¿A donde me trajiste, Sebastián?

Primero me presentó a sus amigos. Pablo, quien me cayó simpático. Joaquín, quien me pareció medio tonto, pero igual me cayó bien. Y Francisco, quien me pareció un poco creído, pero nada grave.
Nos pusimos a charlar Fede, Seba, ellos tres y yo, de pavadas. La verdad es que me cagué de risa. Siempre me pasa con los hombres, en general les caigo bien, y se ríen de mis chistes. El tema mío son las mujeres, con las cuales en general las relaciones se complican. Por eso cuando mi vecinito me quiso presentar a sus amigas, la idea no me agradó mucho.

Me abrazó y me llevó a donde estaba el grupo de cuatro minas que estaban a nuestra derecha cuando entramos. A medida que me iba acercando a ellos, cada vez las veía más diferentes a mí. Las cuatro tenían el pelo castaño claro y ojos verdes. Yo soy morocha y de ojos marrones. Ellas tenían piel perfecta. La mía estaba medianamente bien debido al polvo. Ellas flacas, altas y muy bien vestidas. Yo, con jean y mi metro sesenta. Y no precisamente flaca.
- Agus, te presentó a Pili, Beli, Delfi y Mechi - dijo Seba, mientras las señalaba. Cada una me saludó, no sin antes recorrerme de arriba a abajo para posiblemente después hablar sobre mi ropa. Me parecieron las cuatro tan iguales, tan genéricas, tan insulsas. Las cuatro con el pelo largo y sin flequillo. Con cosas que marcaban la cintura. Y con zapatos de taco alto.

Casi lo mato a Seba cuando dijo que iba a buscar algo para tomar para los dos, y me dejó sola con las cuatro no-tan-fantásticas. Ellas tampoco parecieron alegrarse mucho, y no sé por qué pero me imaginé que probablemente alguna de ellas había tenido una historia con mi vecinito. Me acordé de mi grupo de amigos del colegio, en el cual éramos todos parejitas menos Valentina que estaba sola. Y supuse que en el caso de ellos pasaba lo mismo y por eso me miraban mal las cuatro.

La primer pregunta que me hicieron fue qué hacía viviendo sola a los veintiún años. Pili, la de short, dijo que se iba a ir de su casa recién cuando se casara. Beli, comentó que no se podría imaginar no ver a su mamá todos los días. Delfi agregó que su momento preferido del día era cuando se juntaba toda la familia a cenar. Mechi, acotó que ella sí consideraría irse de su casa, pero sólo si los padres la mantuvieran.

Les contesté, para resumir la historia, que me llevaba mal con mi madre y que la convivencia se había vuelto imposible. Ninguna me entendió, todas dijeron que se llevaban bárbaro con sus madres. Y las imaginé a las cuatro, tomando un café con sus madres y comiendo alfajores sin que les dijeran que estaban gordas. Contándoles a ellas de sus problemas amorosos, en vez de a María, como lo hacía yo. O capaz que ni siquiera tendrían problemas amorosos, porque siendo tan lindas, tan perfectas y tan distintas a mí probablemente ninguna de ellas se habría cruzado con un Martín.

Y, en el preciso momento que pensaba eso, me percaté de que en ese instante yo no era tan distinta de ellas. No tendría una buena madre, ni sería linda, ni flaca, ni alta. Pero al lado ya no tenía a un Martín, sino a un Sebastián, con todo lo que eso implica.

sábado, 8 de agosto de 2009

Día 90 - 21 questions

1. ¿Para qué me invitó al cumpleaños?
2. ¿Será que quería simplemente que lo acompañara?
3. ¿O, por el contrario, no hay nada simple en su invitación y lo hizo como una manera de formalizar?
4. ¿Por qué quiere formalizar ya?
5. ¿Y yo, quiero formalizar?
6. ¿Y si no quiero formalizar, por qué le dije que sí?
7. ¿Habré estado bien en decirle que sí?
8. ¿Por qué tengo tan pocas ganas de ir?
9. ¿Será sólo porque odio las reuniones o también porque tengo miedo de lo que esta en particular esté representando en nuestra "relación"?
10. ¿Y sí tengo miedo, por qué es?
11. ¿Una relación formal no es en teoría lo que todas queremos?
12. ¿Será de complicada que soy que no sé que es lo que quiero?
13. ¿O será que el vecino me gusta pero que en verdad no estoy para ser su noviecita?
14. ¿Y por qué no quiero ser su noviecita?
15. ¿Está mal que no quiera ser su noviecita?
16. ¿O se justifica por todo lo que me lastimó Martín?
17. ¿Y sí se justifica, igual está bien hacerle pagar a él los platos que rompió Martín?
18. ¿Por qué pienso en Martín?
19.¿Seguirá pensando él en mí?
20. ¿Por qué si ya elegí no puedo estar satisfecha con esa decisión, y siempre me tengo que concentrar en aquello que dejé atrás?
21. ¿Por qué no me dejo de joder con tantas preguntas y dejo que, simplemente, las cosas fluyan?

viernes, 7 de agosto de 2009

Día 89 - Heavy

Siempre tuve problemas de autoestima. Empezando por el hecho de que a partir de los ocho años me empezaron a torturar con mi peso (miro las fotos y no lo puedo creer, era FLACA) y siguiendo porque directamente nunca me sentí linda. En el colegio era la que siempre elegían última en todos los deportes porque era malísima, en la adolescencia sentía que era una narigona fracasada, y ya de adulta me veo un poco mejor, pero siempre van a quedar vestigios de como me sentí durante la mayor parte de mi vida.

Una de las cosas que me hizo modificar la percepción de mí misma fue - aunque parezca extremadamente superficial - la rinoplastia que me hice a los diecisiete años. Harta de mirarme al espejo todos los días y odiar a mi nariz profundamente, un día me acerqué hasta el cuarto de mi madre y le dije, firme: me quiero operar la nariz. La respuesta que me dio fue totalmente inesperada. Me dijo que ella nunca nos había contado a mi hermano y a mí, pero que a los dieciocho se había hecho la cirugía porque toda la vida se habían burlado de ella por su nariz. Me sorprendió, porque a mí me pasaba lo mismo. Cada vez que estornudaba, mis compañeros de colegio gritaban "huracán", "terremoto" o "se viene el apocalipsis".

A los pocos días mi madre sacó hora para una consulta y cuando me quise dar cuenta, estaba enfrente del cirujano, quien me explicaba que le iba a dar una forma recta para que quedara natural. Eso fue un lunes, y ese mismo jueves estaba entrando al quirófano con una gorra, una especie de túnica y algo parecido a unas pantuflas, que parecían zapatos de duende.

A la hora y media ya estaba en mi casa, donde me esperaba Fabi, quien se quedaba a cuidarme esa noche y la siguiente. Conociéndola, y sabiendo que me iba a cuidar bien, le pedí por favor a mi madre que no le contara de la operación a ningún miembro de la familia. Lo que menos quería era que vinieran a verme como si fuera un animal de circo, y que me hablaran de estupideces mientras yo no me podía ni mover.

Cuando llegué, me tiré en mi cama y de lo sedada que estaba me dormí. Cuando me desperté, Fabi estaba acostada al lado mío, limpiándome la sangre que salía en forma de gotitas desde la nariz. Me sonrió y me dijo que me había traído helado. Me alegré porque no había comido nada desde las once de la mañana, una hora antes de entrar al quirófano, y eran como las siete de la tarde. Me sirvió un poco, se sentó al lado mío y me lo empezó a dar en la boca. En ese momento apareció el diablo (mi abuela) y se acercó a donde estaba el envase del helado. Lo examinó, giró la cabeza hacia donde estaba mi amiga y trató de llamar su atención, gesticulando.

- Disculpame, chiquita, pero no tiene sentido que se haya operado la nariz, si va a seguir así de gorda. ¿No se te ocurrió que tenías que traer light?

jueves, 6 de agosto de 2009

Día 88 - Say hello to my beautiful friend, Fede

Ayer de tarde me dejó una cartita Seba, invitándome a ir a tomar café a su casa a la vuelta de nuestros respectivos trabajos.

Fui a eso de las 6, y ya tenía todo preparado. Había facturas, galletitas, jugo de naranja, alfajores, todo.
- Seba, sos perfecto, ¿sabés?
Perfectísimo. Sos lindo, y es lindo que siempre me invites con cosas ricas.
- Jajaja, ¿por qué?
- No sé, siempre me invitás a comer. ¡Y sabés que a mí me encantan estas cosas! Facturas, galletitas...
- Jajaja, ¿así que soy perfecto porque te alimento?
Ay, nena, siempre la cagás.
- No, me corrijo. Sos perfecto, y verte en situaciones donde hay comida involucrada te hace más perfecto aún.
- Bueno, acepto el cumplido - dijo, y me dio un beso. - ¿Te hago café?
Comida y café. Te amo, Seba.
- Dale, please.
- Bueno, te preparo. Che, Agus, te quería hacer una invitación. Espero que no me rechaces, proque no va a haber comida, jaja.
Mierda.
- Jaja, a ver...
- Bueno, el sábado es el cumple de Federico, un amigo, y tenía ganas de invitarte. ¿Querés venir?
No, Seba, please. No me hagas esto. Sos lindo, pero odio los cumpleaños, las reuniones, etc.
- Eh..., justo unas compañeras de trabajo habían hablado de salir el sábado. No hay nada confirmado todavía, si querés veo y te aviso.
- No, no te preocupes. Yo quería que te conocieran, pero si no podés, no hay drama.
Ay, pobre. Me da cosa. Bueno, me lo banco.
- En verdad puedo salir siempre con ellas. Les digo que queda para otro día y voy con vos.
- ¿Segura?
No, me voy a arrepentir muchísimo, pero bueno.
- Sí, dale. Me gustaría conocer a tus amigos.
- Y ellos te quieren conocer a vos.
Qué genial. Seguro que me dan con un palo toda la noche. Y después encima le van a decir que se podía haber elegido una más linda, menos inútil, que no se quede dormida en el medio de una cita y que sepa cocinar algo más que fideos y arroz.
-¿Les hablaste mucho de mí?
- Bastante. Pero cosas buenas, eh.
¿Qué hay de bueno para decir?
-
¡Más te valía! Jajaja
- Ay, que emoción. ¡Vas a conocer a todos mis amigos!
Sí, Seba. ¡Qué emoción! ¡No puedo esperar! (léase con tono irónico de inside my head)
- Sí, ¡me muero de ganas! (léase con tono de estoy-pretendiendo-que-tengo-ganas-pero-secretamente-te-odio-por-haberme-invitado).

miércoles, 5 de agosto de 2009

Día 87 - Magia

En mi casa anterior había una fuerza sobrenatural que ponía todo en su lugar. Yo me levantaba, revolvía todo para buscar qué ponerme, y dejaba la ropa tirada en la cama. Cuando volvía, la cama estaba hecha y la ropa doblada, adentro del ropero. La ropa sucia que quedaba en el baño después de una ducha, unos días después estaba limpia, plachada y con olor rico en su cajón correspondiente.

La heladera estaba siempre llena. La mayoría del tiempo con cosas feas, pero lo que nunca faltó es lo único vital para mí, que es la leche para mi cafecito. En la alacena, siempre había latas de atún, arvejas, choclo y paquetes de puré instantáneo por si un día faltaba María. En el freezer, hamburguesas congeladas y panchos.

Los platos que dejaba con restos en el escritorio, y la taza de I love NY, aparecían veinte minutos después limpios y secos en la alacena. El tacho de basura se vaciaba por arte de magia, y en el baño había siempre tres o cuatro paquetes de papel higiénico para que nunca faltara.

A las ocho de la noche en punto, me encontraba con comida pronta en la mesa del comedor. En la niñez, siempre eran cosas feas. Verdes, como acelga y espinaca. O simplemente, cosas que Claudia (una María anterior) cocinaba una vez por semana y después iban recalentando a medida que pasaban los días. Después que María empezó a trabajar, todo cambió, y los platos eran una delicia atrás de la otra.

En casa nueva, estas cosas no pasan. La heladera está vacía (salvo por la leche), en la alacena me queda un paquete de fideos y otro de arroz, y la ropa sucia se acumula. Ayer me compré un juego de sábanas nuevo porque los tres que tengo están sucios y no sé como lavarlos. No sé si se meten en el lavarropas o si necesitan alguna especie de cuidado especial.

El papel higiénico ya no se regenera (menos mal igual que tengo uno de esos cositos donde ponés dos rollos de repuesto), y tampoco lo hacen la crema de enjuague y el shampoo. Esto lo descubrí ayer.

Hace días que cuando me bañaba me daba cuenta de que ya quedaba poquita crema de enjuague, porque siempre está desproporcionada con respecto al shampoo, ya que gasto mucho más de acondicionador. Pero, se ve que en mi cabeza seguía con la idea de que iba a aparecer mágicamente en el baño, así que nunca me ocupé de comprar.

Después de ponerme shampoo, quise ponerme acondicionador y vi que no quedaban más que tres gotitas de mierda. Pensé en diluirlas, pero ni siquiera alcanzaba para un cuarto de mi cabeza. Salí de la ducha, mojando todo el baño, y busqué en el roperito a ver si había algo que me pudiera socorrer. No sé qué me imaginé. ¿Que mi casa era un hotel e iban a aparecer muestras de shampoo y crema? ¿Que alguien había comprado otra crema para mí? ¿Que si pensaba mucho mucho en que iba a haber crema un genio me iba a conceder el deseo?

Por supuesto que no había nada, y tuve que salir de la ducha de mal humor y con el pelo hecho un asco. Me lo até, y me puse un gorro de lana encima, pero se notaba a una legua que algo andaba mal. Me vestí y fui hasta el super a comprar un repuesto. Terminé llevando dos más por las dudas.

Encima, mientras hacía la cola, vi a mi tía Déborah, la hermana de mi madre, quien siempre está impecable. Por supuesto que lo está, como no trabaja sólo se dedica a ir al gimnasio, ir a la peluquería y almorzar con amigas. Y ahí estaba yo, con campera negra, botas grises, gorro chocolate y el pelo horrible.

Menos mal que no se habla con mi madre hace diez años, porque una cosa es vivir esta pequeña derrota en silencio, y otra muy distinta es que mi madre se entere de que en algún sentido había cosas que eran más fáciles y cómodas para mí cuando vivía con ella.

Porque si se diera cuenta de que la mayoría del tiempo en casa nueva no hay magia, esa sería para mí, la peor de las derrotas.

martes, 4 de agosto de 2009

Día 86 - Flashback: el tamaño SÍ importa

- Agustinita, ¿cuándo vamos a hablar con la wedding planner? - preguntó mamá mientras yo tomaba mi café con leche a la tarde siguiente de la propuesta de casamiento de Martín.
- Eh...nunca. No quiero hacer una fiesta grande - contesté.
- ¡¿Qué decís?! - chilló.
- Que no voy a hacer fiesta, mamá. Me parece un gasto innecesario y además no tengo ganas.
- ¿Qué quiere decir que no tenés ganas?
- Que están mis amigas lejos, y así no hay nada que festejar. El mejor amigo de Martín está en Panamá, mis mejores amigas en Israel. Ya hablamos que queremos hacer algo chico - mentí. Obvio que no habíamos hablado sobre esto. Pero yo ya sabía que mi madre me iba a salir con el tema y me pareció una buena excusa.
- ¿Algo chico? A ver, Agustina, razoná un poco. ¿Qué pensás que va a decir la gente?
- Nada, mamá. Basta con esa paranoia. Me chupa un huevo lo que piense la gente.
- Ay, no hables así, que pareces un hombre. Y a mí sí me importa lo que piense la gente. Vos viste lo que fue la fiesta de la hija de los Cohen, nosotros no podemos quedarnos atrás. Lo que menos quiero es que el comentario general en la cole (comunidad judía) sea que nos estamos quedando pobres.
- Mamá, escuchame una cosa. Ya se sabe quien tiene plata y quien no. Que yo haga algo chico no va a hacer que nadie piense nada diferente.
- ¡Pero que terca que estás!
- ¿Terca? ¿Vos pensás que tiene sentido gastar tanto en algo que dura sólo una noche, sólo para que Silvita vea que podés hacer una fiesta mejor que la que ella le hizo a su hija? Por favor.
- Silvita y todo mi grupo de amigas. ¡Yo pensaba invitar a doscientas personas y vos me salís con que querés algo chico!
- ¿Doscientas personas? ¿Y vos de dónde te pensás que la familia de Martín tiene plata para pagar todo eso?
- Agustina, no te hagas la boba, ya sabés que la fiesta la vamos a terminar pagando nosotros. Eso pasa por elegir a un chico pobre.
- ¿Pobre? Dejate de pavadas. Yo ya hablé con el abuelo, y me dijo que él paga la fiesta, y que puedo hacer lo que yo quiera. Vos y papá no pagan nada, así que tampoco tienen derecho a decidir.

- Bueno, bueno, vamos a calmarnos un poco. Si te digo que le pagamos el pasaje a Fabi y a Romi para que vengan, y también traemos al amigo de Martín, ¿accedés a una fiesta con todas las letras? - preguntó, con un brillo en los ojos como si con esta idea ganara la batalla. Debo decir que por un segundo lo pensé. Mis amigas se habían ido hacía dos meses y ya las extrañaba, pero no podía hacer una fiesta grande. Se me iba a terminar yendo todo de las manos. Iba a tener que invitar a compañeros de facultad, compañeras de trabajo, lo cual implicaría más gente después con la cual aparentar estar casada. Y, además, no tenía manera de hacer que Martín invitara a mucha gente. Él ya me había dicho que no pensaba decirle a muchos de sus amigos. Sólo a Nacho y a algunos más para pedirles como favor que vinieran, pero nada más. Y, por último, me imaginé teniendo que pasar meses decidiendo cosas sobre la comida, los manteles, los centros de mesa y otras estupideces y me quise morir.

- No, mamá, en esos planes no los dejan salir del país por una cosa así - contesté. Algo de verdad tenía mi respuesta. Tampoco es fácil que los dejen salir de Israel, sobretodo cuando se está en planes de estudio que duran un año. Pero igual, si no hubiera sido por todas las otras cosas que dificultaban mantener la mentira lo más chica posible, capaz que se podría haber arreglado que vinieran.
- Yo tengo algún contacto...
- Mamá, no. Está decidido. Hacemos una reunión, con los familiares cercanos, algunas de tus amigas, algunas amigas mías, y unos amigos de Martín. No quiero ni primos ni tíos segundos, ni a los hijos de tus amigos, ni a la tía de la abuela de la prima de nadie.
- ¿No hay nada nada nada que te pueda hacer cambiar de opinión?
- No, lo decidimos ayer. Además, queremos que sea pronto para mudarnos ya. Y hacer una fiesta grande implica un montón de preparativos, que no sólo no tengo ganas de hacer, sino que llevan muchísimo tiempo.
- ¿Cuán pronto estamos hablando?
- Un mes o algo así. Registro civil, después una reunión con poca gente y chau.
- ¿Y el shil? (templo)
- Eso lo vemos en otro momento - dije. Ahí sí que me agarró desprevenida. Casarnos en frente de un rabino ficticiamente ya me parecía un poco retorcido. En verdad toda la idea del casamiento es y fue retorcida, pero no sé, pensé que si podíamos evitar la parte religiosa mejor.
- Bueno, pero hay una cosa que no te voy a negociar.
- ¿Qué?
- El vestido blanco. Te quiero ver con el vestido, como una princesita, caminando con papá por el altar.
- Bueno. Vestido blanco entonces.
- Genial. Yo me encargo de conseguir a alguien que te haga un vestido hermoso en un mes.
- Ok, buscá.
- Bueno. Yo busco, y vos ponete a dieta, porque así no te podés casar.

lunes, 3 de agosto de 2009

Día 85 - The Beatles and The Rolling Stones


From: martin@noseloquequiero.com
To: Agustina R.
Sent: Sunday, August 2, 2009 10:23 PM
Subject: Te quiero

Agus:
Estuve pensando estos días y no sé si hicimos bien. Capaz que sí te tendría que haber dado una oportunidad. ¿Qué pensás?

Te quiero,
Martín.

From: Agustina R.
To: martin@noseloquequiero.com
Sent: Sunday, August 2, 2009 10:31 PM
Subject: Re: Te quiero

Martín:
No puede ser que nunca sepas qué es lo que querés. Además, ¿que te hizo cambiar de opinión?

From: martin@noseloquequiero.com
To: Agustina R.
Sent: Sunday, August 2, 2009 10:38 PM
Subject: Re: Te quiero

No sé, muchas cosas. Te extrañé el fin de semana. Además, me puse a escuchar la playlist de los Beatles, la que sonaba cuando tuvimos nuestra primera vez, te acordás? Y de repente, cuando llegó a We can work it out me puse mal, y pensé que capaz que se puede. Maybe we can work it out. Te pregunto, can we?

From: Agustina R.
To: martin@noseloquequiero.com
Sent: Sunday, August 2, 2009 10:49 PM
Subject: Re: Te quiero

No sé, Martín. En el medio de la conversación te pedí una oportunidad como tres veces, llorando, y me dijiste que no. Yo también escuché la canción, y también pensé en eso. Y me acordé de todo. De esa vez y las mil más en que escuchamos esas canciones juntos. Pero ya no quiero pensar más en todo eso, porque si no me diste una oportunidad en ese momento por algo fue.

Vos sabés que amo a los Beatles con todo mi ser, pero en este momento en mi cabeza suenan los Rolling Stones. Precisamente la parte de Angie que dice "ain't it time we said goodbye?".

Yo también te quiero, pero no puedo seguir así. Creo que es momento de que cada uno siga con su vida. Esta vez, I don't think we can work it out.

Nunca me voy a olvidar de vos y de todo lo que vivimos juntos.
Te quiero muchísimo,
Agus.

From: martin@noseloquequiero.com
To: Agustina R.
Sent: Sunday, August 2, 2009 10:54 PM
Subject: Te quiero

Puede ser que tengas razón. Maybe it is time we said goodbye.

Yo tampoco me voy a olvidar de vos, y también te quiero muchísimo. Y espero que seas feliz, con el vecino tuyo o con quien sea. De verdad.

Beso grande,
Martín.

domingo, 2 de agosto de 2009

Día 84 - Hay una sola, por suerte.

Hoy de mañana me levanté, me preparé el desayuno (serví leche en la taza, metí la taza en el microondas, y después agregué café y edulcorante), y me fui a bañar. Cuando salí vi que había un mensaje en el contestador. Inmediatamente pensé que era de Martín y se me hizo un nudo enorme en el estómago. Pero, no sé si por suerte o desgracia, no era de él, sino de cierto personaje de este blog odiado por la mayoría de los lectores.

"Agustinita, me enteré que te rechazaron la tarjeta en la estación de servicio, así que ahora que sabés que te estás quedando sin plata me parece que deberías reconsiderar la oferta que te hice. Pensalo. Nosotros ganamos un nietito y vos una linda suma de dinero en tu cuenta bancaria, con la que podrías mejorar un poco tu nivel de vida. Cambiar el auto o, todavía mejor, hacer un viaje. Si te interesa hablar de números, llamame y lo arreglamos. Besos. Mamá."

sábado, 1 de agosto de 2009

Día 83 - Mucho, poquito, nada

La date con el vecino estuvo muy linda. Me cocinó carne al horno con papas a la suiza, y de postre hizo de nuevo la torta de chocolate con chocolate caliente adentro que había hecho una vez. La comida exquisita y él divino, as always.

Comimos, nos reímos, hablamos de todo. Un rato después estábamos tirados en su cama, desnudos y abrazados. Yo estaba tranquila, disfrutando del momento, en ese estado en el que quedás después de pasarla tan bien. Tenía bastante sueño y estaba dispuesta a dormirme, pero Seba no me dejó. De la nada, mientras me acariciaba el pelo, abrió la boca y dijo lo que yo menos esperaba.
- Te quiero, ¿sabés?

Mis ojos, que estaban cerrados, se abrieron de golpe y me quedé ahí sin saber que hacer. Primero pensé en hacerme la dormida, pero habíamos terminado hacía dos minutos y era poco creíble que ya hubiera caído en los brazos de Morfeo. Después me puse a pensar en si yo lo quería a él. Es decir, ¿lo quiero? La verdad es que no sé. No lo supe en ese momento y tampoco lo sé ahora.

Entre todos esos pensamientos, de repente me vino a la mente el hecho de que mi relación con él estaba colgando de un hilo, y no era momento de planteos. Así que, sin estar convencida, pero intentando parecerlo, esbocé un "yo también".